Capítulo 124. Como la palma de su mano
—No se permiten peleas dentro del recinto —dice un hombre trajeado con un puro en la mano, quien se percata del enfrentamiento al pasar por ahí—. Mujeres hay muchas y estoy seguro de que pueden compartir o conseguir otra.
Ninguno de los tres responde nada. La respiración de Benedict se vuelve pesada, entretanto Adelaide se muerde los labios muy fuerte al sentir su erección rozando en su bajo vientre.
Adelaide aparta el arma de Samuel lentamente.
—Señora, no es conveniente que sigamos aquí —Samuel dice en voz baja, nervioso al reconocer al hermano del jefe y temiendo lo peor.
Benedict la arrastra a una de las cabinas y cierra la cortina. Samuel queda impotente y preocupado sin saber qué hacer. Todo esto puede ser muy malo para Adelaide si el señor Egil los encuentra allí.
—¿Te volviste loca? —dice Benedict, bastante nervioso. Sus bocas están tan cerca que sus alientos se mezclan entre sí— Sabes bien de lo que Egil es capaz de hacer si se entera de que estuviste aquí.
—Por supues