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El lunes en la tarde Ignacio estaba inquieto, y habló con Diego a solas en su oficina.
—Siento que ya no aguanto más, quiero confrontar a Silvia, decirle que ya sé todo lo que dice en esos diarios.
—Me parece bien, pero me preocupa que se asuste e intenté escapar.
—Ya tengo cuatro hombres que la van a tener vigilada de día y de noche.
—Bueno, es lo ideal.
Amelia bajó con Mari Ángel al jardín a pasar tranquilamente la tarde, estaban jugando al gato y al ratón cuando Ignacio regresó de la oficina.
Él sali&oac