23 Floreciente amor.

Cuando ella subió a la habitación, Lupe la acompañó.

—¿Le preparo el baño?

—No hace falta Lupe, me duché en la clínica.

—Me alegra tanto que no haya perdido a su bebé, usted se veía tan mal esa noche.  —Amelia cabizbaja agregó:

—Casi lo pierdo.

—El señor Ignacio estaba muy angustiado por usted. —Amelia movió su silla hasta un lado de la cama, con cierta tristeza le dijo:

—No estaba angustiado por mí, lo hacía por su esposa.

—Tiene razón, qué contradicción.

—Silvia no ha hecho otra cosa que crear contradicciones en la vida de ese pobre hombre que no ha hecho otra cosa que adorarla.

—¿Adorarla? no lo creo, él odia a la señora Silvia, ¡si hasta estuvo a punto de matarla con sus manos!

—&Eacu

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