Al otro día, Margarita se levantó algunos minutos antes y se preparó a toda prisa. Estaba impaciente por llegar al trabajo y ver a Lucca. Su cuerpo le reclamaba con fuerza; deseaba verlo, sentirlo, olerlo, e incluso, moría por besarlo otra vez.
Se despertó sintiéndose impaciente, pero también muy estúpida. ¿Por qué no lo había invitado a pasar? Se preguntó cientos de veces mientras se bañó, se secó el cabello y se vistió.
¿Por qué había decidido, justo en ese momento, ser la nueva Margarita? La vieja Margarita habría despertado con un hombre sexy a su lado, satisfecha y feliz.
¿Por qué? Se preguntó con rabia mientras se bebió una taza de café.
Llegar a los viñedos fue difícil. Se encontró con una larga fila de personas y supo que algo importante estaba sucediendo.
Sus ojos no tardaron en encontrarse con Lucca. El hombre conversaba con Américo, conforme Lidia participaba como espectadora.
Margarita se acercó con discreción y saludó a los tres con un simple gesto con su cabeza.
—Qué bue