Se sentaron en la mesa y los miraron sonrientes.
—¿Y los enanos? —preguntó Margarita, refiriéndose a sus vivarachos hermanos menores.
—La vecina va a cuidarlos —dijo su padre y olió su copa con vino.
—¿Y se han divertido? —preguntó Lucca y los padres de su esposa le miraron con los ojos brillantes.
—Claro que sí, hijo —dijo su suegra—. Ha sido maravilloso. Todo me ha robado muchas lágrimas y me ha regresado hermosos recuerdos. Muchas gracias.
—No tiene que agradecer —respondió Lucca y Margarita le miró con enamoramiento—. Solo quería que el pueblo recuperara esta tradición, que Margarita pudiera tener otra fiesta de la