~ Narra Evanya ~
El primer aliento dolió.
Una punzada aguda me recorrió el costado y me arrancó un gemido ahogado. Abrí los ojos con esfuerzo, sintiendo cómo el aire se me escapaba entre los labios resecos. La habitación estaba en penumbra, bañada por la luz tibia de una lámpara cercana. Las sombras se alargaban sobre las paredes, deformadas, como si el mismo silencio respirara conmigo.
Tardé unos segundos en entender que seguía con el vestido puesto, aquel vestido blanco ahora manchado de sangre seca. La tela se había pegado a mi piel; el roce sobre la herida me arrancó otro quejido. Intenté moverme, pero el cuerpo no respondió. Apenas un leve temblor, una súplica muda de dolor.
El olor metálico de la sangre se mezclaba con el de los desinfectantes. Había un vendaje improvisado a la altura de mis costillas, apretado con una precisión que solo podía venir de él. Las sábanas, impecablemente estiradas, contrastaban con mi respiración entrecortada. Por un momento, pensé que estaba en uno