“No lo hice sola. La Señora me ayudó”. Sus ojos se levantaron y aterrizaron sobre Vetta: “Ella mató al Príncipe Declan conmigo”.
El Rey Lucien se quedó helado.
“¿¡Qué...!?”. Su cabeza giró y aterrizó sobre Vetta: “¿¡Qué...!?”. Repitió.
Vetta no movió un músculo. Había lágrimas en sus ojos... lágrimas de culpa y dolor. Pero, ella no dijo una palabra.
“¡La Señora no me contradice porque sabe que digo la verdad! ¡Matamos al Príncipe Declan juntas y lo disfrutamos!”. Ella se rio maliciosamente: “¡Es una pena que siga vivo!”.
El Rey Lucien le dirigió feroces ojos azules a la mujer.
Ella levantó la barbilla: “¡Sí, es una pena que sobrevivió! ¡Lo odio! Pero, no estoy preocupada”, esa risa malvada de nuevo. “¡Mi Amo los matará a todos! ¡Él saldrá victorioso! Él lo hará—”.
Su cabeza se separó de su hombro. El Rey Lucien le cortó la cabeza. Rodó en el suelo frente a los zapatos del Rey Lucien.
“Dargak, limpia este desastre”. Dijo simplemente.
El guardia no necesita qu