Hades camina rápidamente hacia la sala de maestros, su corazón latía con furia contenida.
No iba a permitir que nadie tocara a Elena, ni mucho menos que la vieran como una víctima de rumores infundados cual sea que se esté expandiendo como pólvora. Cuando llegó a la puerta, se detuvo por un momento, respiró profundamente y entró sin esperar.
Al ver a Elena sentada allí, rodeada de los tres profesores, una oleada de ira lo invadió. Los tres maestros la miraban con una mezcla de incomodidad y preocupación, pero ninguno de ellos se atrevió a interrumpirlo cuando Hades irrumpió en la sala.
—¿Qué está pasando aquí? —demandó, su voz grave y autoritaria.
Elena levantó la vista, aliviada al verlo, pero al mismo tiempo algo nerviosa. No quería que Hades se metiera en problemas por ella.
—Hades ¿Qué haces aquí? Pensé que estarías en tu clase de deporte... esto...—intentó decir, levantándose de su asiento.
—Terminé antes de tiempo y te estaba buscando, ¿nos vamos?. —Hades cortó su intento de exp