Por Alice
Pasé todo el día pensando en él, le comenté a mi mamá que conocí al hombre de mi vida, ella sonreía, pero me dijo que, si iba a pasear con él, volviera a casa a cenar, sobre todo porque no lo conocía.
Cuando llegué, él ya estaba esperando, me encanta la puntualidad.
Punto a su favor, otro más.
Fuimos a una confitería, no la conocía, era sólo para parejas, había pequeñas mesas con sillones de respaldos muy altos, estaban como separados en box.
No sabía que existían lugares así.
Se acercó la camarera, era muy llamativa, él ni la miro, se lo agradecí mentalmente.
Yo tenía puesta una minifalda, bastante corta y zapatos de plataformas, bien altos, los más altos que tenía.
Completaba mi vestuario una blusa, abotonada por delante, entallada, color azul eléctrico, sé que ese color resalta mis ojos, por lo que suelo usar mucha ropa en ese tono.
Tenía un sacón largo, el clima estaba templado, pero si volvía tarde lo iba a necesitar y el otro tema era que me sentía más cómoda, porque la pollera no me tapaba demasiado.
Al entrar al lugar, me quité el tapado, de nuevo sentí los ojos de él que me quemaban, aunque estaba de espalda.
Antes de sentarnos, ya lo tenía pegado a mí besándome como sólo él podía hacerlo, yo ya estaba temblando.
Se sentó a mi lado y su brazo lo pasó por mis hombros.
Pedimos dos cafés.
Apenas lo probamos, no dejaba de besarme, sus manos recorrieron mi cuerpo, tuve que ahogar un involuntario gemido en su boca, eso pareció excitarlo.
Sus manos habían desabotonado tres botones de mi blusa, estaba casi abierta por completo, yo tenía miedo de que alguien más me vea.
-No te preocupes, si no llamo a la camarera con este botón, no viene.
Qué lugar más raro…
Su boca bajó hasta mi cuello y siguió deslizándose hasta mis senos.
Era vergonzoso, pero lo deseaba.
Sentir su boca en mis pezones, me llenó de vergüenza y de placer.
Sabía que le tenía que decir que pare, pero no pude hacerlo, una de sus manos subió por debajo de mi falda y me tocó a través de la tanguita, yo estaba húmeda, nunca me había pasado eso, salvo la noche anterior, al sentir sus besos.
De todos modos, era vergonzoso, no sólo me estaba tocando, sino que él estaba sintiendo mi humedad, eso, en lugar de frenarlo, lo excitó más.
Yo estaba temblando, me llevaba a un punto donde jamás había estado.
De repente dejó de abrazarme.
-Vamos a otro lado.
Me dice.
- ¿Adonde?
Pregunté, abotonando mi blusa.
-A un hotel
Mi corazón palpitaba a mil latidos por segundo.
No lo conocía, no podía ir, no era que me faltaban ganas de estar con él, sí, ya sé, me volví completamente loca.
-No, recién te conozco hasta esto que hicimos está mal.
- ¿Qué hicimos?
-Me… besaste el pecho y me tocaste…
Me miró como si estuviera diciendo que era normal hacer todo eso a las pocas horas de conocernos.
Claro, yo estaba acostumbrada a estar con chicos de mi edad y él es un hombre.
Él sonrió y su sonrisa hizo que me pusiera colorada
-Te puedo asegurar que no hicimos nada… todavía.
Con un dedo recorrió mis labios.
por Alberto
Cuando la vi llegar se me aceleró el pulso, de día era más hermosa aún.
Era mi sueño de mujer, no sabía dónde llevarla, a un hotel directamente, me parecía demasiado osado, aunque ganas no me faltaban.
Pero presentía que iba directo a una negativa.
La lleve a un bar más íntimo que los normales, hasta tenía acceso a participar de intercambio de parejas, pero esa opción tampoco era válida.
Las butacas eran como sillones, pero más altas, nadie veía que estaba sucediendo en la otra mesa y dependía de que botón tocara, para que se acercara la camarera u otra pareja, eso me lo callé, tampoco me interesaba en ese momento, esta chica me había vuelto loco, no pude sacarla de mi mente en toda la noche.
Comencé a besarla, mis manos no respondían a mi cerebro, sólo a mis sentidos, ella lanzó un pequeño gemido que quiso reprimir, yo no le era nada indiferente, bajé por su cuello, mientras le desabotona la blusa.
Mi mano subió involuntariamente por su pierna y enseguida se metió bajo su minifalda
Sentí la humedad de su vagina, a través de su tanguita.
Ya estaba muy excitado, pero el tener su pecho en mi boca y sentir su humedad, casi me llevó al clímax, la solté porque estaba a punto de eyacular.
No podía entender todo lo que me provocaba esta mujer.
Le hablé claro, quería llevarla a un hotel en ese instante.
Me salió con que estaba mal todo lo que hicimos, apenas empecé con unos besos, reconozco que casi termino con esos besos, pero yo la quería desnuda en mi cama.
Quería hacerla mía.
Ella se negó.
Nunca me había pasado, eso de tener que convencer a alguien, esta chica era distinta y yo moría por hacerla mía, por estar algunas horas con ella.
Charlamos un poco, no la quería tocar demasiado, porque ya sabía que al menos ese día, no iba a pasar nada, y lo que pretendía que fuera un beso, casi terminó en un orgasmo en el aire.
Me enteré de que trabajaba y estudiaba, que vivía con sus padres y que tenía una hermana más chica.
La alcancé hasta cerca de su casa, tampoco quiso que la dejara en la puerta de su casa.
Eso me pasaba por meterme con criaturas, pero tenía ese cuerpo de mujer fatal y esa carita de ángel, que me lleva al éxtasis.
Volví al bar donde habíamos estado.
- ¿Estás libre?
Le pregunté a la camarera que nos había atendido antes, si no era Alice me daba igual cualquiera, la camarera me sonrió.
-Era muy bonita…
-Pero mojigata.
Le contesté.
-Con esa cara, ganaría fortuna.
Me ofendió su comentario, ¿Cómo podía pensar que Alice estaría con un montón de tipos? Se notaba que era distinta, hasta le acababa de decir que era mojigata, estuve a punto de irme, pero me había quedado muy caliente.
-Es universitaria.
No sé por qué dije eso, era verdad, pero no quería que pensaran que Alice se podía acostar con cualquiera.
En realidad, no sabía nada de su vida, unas pocas cosas que hablamos hoy, que su cuerpo me pone muy caliente pienso en ella y me enciendo como nunca y no sé mucho más.
-Sí, estoy libre.
-Ok, quiero un privado.
Alice me había dejado como pipa.
Me fui con esa camarera, se lo hice varias veces… pensando en Alicia.
La imaginé tantas veces en mi cama, que ya me sentía un depravado.
No era fea la chica con la que estaba, sin embargo, no era mi tipo, pero la quería para unas horas, por eso daba lo mismo, con todas me iba a pasar igual, no me entusiasmó casi nada.
Me encendía pensando en Alice.
Ni con mi mujer me sentí así, bueno, con ella menos que con nadie, nunca me movió nada, jamás.
Llegué al hotel donde paraba, ya no estaba tan cómodo viviendo la mitad del tiempo ahí.
Comencé a buscar alguna casa, o algún departamento, pero departamento no me convencía, aunque era más seguro cuando estaba vacío porque yo estaba en mi provincia, pero me sentiría más cómodo en una casa.
Al día siguiente me contacté con un agente inmobiliario, me mostró algunas propiedades, me decidí por una linda casa, no era como mi mansión de Mendoza, pero no estaba mal, hasta tenía un lugar designado para poner un gimnasio, tres habitaciones, una oficina, un fastuoso y elegante living y una cocina que era bastante amplia.
A eso se le sumaba un parque con una piscina, no muy grande, pero aceptable.
Podría tener uno o dos perros y estarían cómodos.
Firmé todos los papeles, tenía que volver a Mendoza.
Llamé a Alice al número que me había dado, era de su trabajo, ella tenía la semana complicada, trabajaba hasta las 5 y cursaba desde las 6 de la tarde.
Me quedé con ganas de verla, le comenté que tenía que viajar, que la llamaba cuando volviese y le dije bien clarito que la quería en mi cama.
Ella no hizo ni un comentario… el que calla otorga.
-Estoy en la oficina, trabajando.
Tal vez no podía hablar porque tenía gente a su alrededor.
Pero yo sí pude hablar y le dije que esperaba que llegara el día para que se incendie con mi cuerpo, que le daba todo el fuego que necesitaba, que le prometía quemarnos vivos.
Lo pensaba mientras se lo decía y realmente tenía una erección impresionante.
Me descontrolaba con esa mujer.