Ivette Russell
Sentí tanta presión sobre mis hombros, que solo quise salir corriendo. Pero solo lo suficientemente lejos como para sentirme menos agobiada y que, por supuesto, él pudiste encontrarme.
Me deshice de todo aquel que se atrevió a cruzar en mi camino, siempre con la misma advertencia:
«Quien se interponga en mi salida o informe a mi esposo, puede dar por terminada si relación laboral con esta familia.»
Angustiados por perder su trabajo, ninguno se atrevió a mover un solo dedo en mi contra.
Tomé el primer vehículo que encontré, acomodando a la bebé en su silla y luego puse el coche en marcha, conduciendo directo hacia el primer lugar que se me pasó por la mente:
La playa de los helados.
De paso, por la carretera, se ve un pequeño y alejado rompe olas en el que siempre había tenido la curiosidad de caminar.
El agua chocaba tan fuerte contra los bordes de las rocas, que incluso algunas gotas alcanzaban a salpicarnos. Mientras yo rehuía de ellas, Tabby se emocionada por estar e