Me detengo bajo el alero de la entrada de emergencias, observando el cielo con desgana mientras me hundo más en la chaqueta.
Llueve a cántaros esta tarde y el cielo está totalmente cerrado ahora.
Me siento como si estuviera dentro de una malísima y cutre película, dado que el clima refleja mi estado de ánimo; furiosa, triste, desolada…, confundida. Una base primitiva que raya la ira y la desesperación. Tal como las gotas de lluvia que arremeten contra el asfalto.
—¿Lía?
Aparto la mirada del cielo, alzando las cejas asombrada al ver a Marco acercarse, cubierto por una ancha sombrilla oscura. Me sonríe, pero parece intrigado mientras me da un repaso y yo tengo que hacer un gran esfuerzo por fabricar una pequeña sonrisa.
—Hey…, ¿qué haces aquí?
—Lo mismo debería preguntar — ladea el rostro —. La última vez que te vi, estabas bien. Pero dado tu mal semblante, la venda en tu tobillo y los crocs desgastados, no estoy muy seguro de eso ahora.
Abro la boca, a pesar de la sorpresa sus