Capítulo 5

—¡No seas terca y siéntate de una vez! — exclama Ross, impaciente. 

Lo ignoro y sigo paseando de arriba a abajo frente a la cama de Collin. 

El tobillo me está molestando un poco, pero me lo han vendado y me he tragado un par de tabletas para disminuir el dolor. Debería estar descansando, claro, con el pie en alto y bastante hielo, pero no tengo ganas de estar quieta, incluso si el enfermero de turno me mira con una pizca de reproche mientras camino frente a la cama de mi ex marido y él termina de tomar las vitales de Collin antes de retirarse. 

El sonido de las máquinas le hacen compañía, declarando que está con vida, le dan un compás a mi cojeo incesante con las grandes zapatillas crocs que Jules me ha conseguido.

Mi primo se ha quedado fuera, pero Ross no ha visto con buenos ojos que entrara sola a ver a mi destrozado esposo. 

¡Ex marido! Es mi maldito ex esposo.

—Solo lograrás que tu condición empeore, mujer. ¿Puedes hacer el favor de quedarte quieta? — gruñe por lo bajo. 

Me detengo de sopetón frente a la cama y me sostengo al piecero para mantener el equilibrio y alzar un poco el pie derecho, evitando presionarlo. 

Collin Addams se encuentra recostado, con el rostro con rasguños y un parche que cubre gran parte de su nuca derecha. Su pierna izquierda está en alto. Hay arañazos y hematomas que se asoman en los brazos descubiertos que dejan la bata de hospital. Tiene un aspecto espantoso… y, aún así, parece descaradamente atractivo. Con la barba de varios días oscureciendo en su rostro y los brazos llenos de venas definidas, desde donde se extiende una intravenosa. Lo noto más delgado, aunque aquello sólo acentúa su musculatura.

Se ve demasiado grande para la cama y sigue con su aspecto regio e imponente; ancho, alto y guapo, a pesar de estar en una deplorable condición. Su cabello rubio, aquel color parecido a las hojuelas de maíz y un poco a la miel, tiene partes secas y tiesas que se ven oscuras debido al rastro de sangre, pero está más largo de lo que recuerdo. 

Su rostro está más delgado de lo que recuerdo. 

Su cuerpo más definido y trabajado, también. 

Tiene marcas nuevas que no había visto; cómo la pequeña cicatriz debajo de su ceja izquierda y también una cicatriz bajo la comisura de su labio inferior derecho.

O los tatuajes que cubren gran parte de su brazo izquierdo, desde la muñeca hasta el codo: un paisaje de marcas en tinta a color. 

Frente a mí tengo a un hombre que distingo a la perfección.

A quién podría hallar con los ojos cerrados si me lo propusiera, porque desgraciadamente no puedo evitarlo, pero que, mientras más lo veo allí, dormido y sin moverse, más distintos rasgos encuentro. Ya sean nimiedades, pero las hallo… y me enfurece conocer su cuerpo de memoria, porque eso hace que tenga más presente que nunca sus cambios. 

—Se pondrá bien — musita Ross, desde la silla al fondo del cuarto. 

Sacudo la cabeza, sin contestar.

No es que «pueda» ponerse bien ¡Tiene que hacerlo! Así yo podré largarme y, con un poco de suerte, no volver a verlo. 

Había estado tan bien ocultándome, sin noticias de Collin ni de su desgraciada madre.

Había convertido mi exilio en la mejor barrera de todas. Lejos de mi lastimado corazón y sin recuerdos románticos y dolorosos. Estaba comenzando a sanar de mi matrimonio fallido y viene él a atravesarse en mi camino.

Cierro los ojos con una mueca. 

Literalmente se atravesó en medio de mi vida…, otra vez.

Pero en esta ocasión no hubo tropezones y sonrisas, ni canciones de amor de fondo, ni citas espontáneas con sorpresas dulces. No. Ahora no hay nada de eso. Solo un hombre que estuvo a punto de morir por la mañana y que ahora yace inconsciente sobre la cama, pálido y débil, luchando por despertar.

Pensar en esto, en el pasado y este desafortunado presente, es una m¡erda. Sin palabras acarameladas ni ternura que endulce el momento: simplemente es una m¡erda. 

Trago repetitivas veces intentando apartar el nudo grueso en la base de mi garganta, que se engrandece como el agujero que hace eco y se remueve incómodo.

Debo salir de aquí.

Necesito alejarme.

Buscar un lugar apartado y gritar.

Deseo, desesperadamente, quitarme esta sensación de irritación de la piel. La misma que me tiene erizada y extraña. Tomo una respiración trémula, lenta y continua. Mis dedos se tensan y contraen. No puedo estar más tiempo mirando el rostro del hombre que… el hombre que fue responsable de lastimarme. 

—Debemos irnos — declaro y bajo el pie, ignorando la punzada que me atraviesa como una pequeña corriente eléctrica —. Su novia tiene que estar por llegar y no creo que le haga mucha gracia que su ex esposa esté aquí. 

—Lía — me llama y me detengo para observarlo en silencio. Ross sacude la cabeza negando despacio y mirándome con una pizca de lástima que me irrita —. Tal vez no es lo que imaginas. Tal vez solo...

—No me importa — interrumpo —. Él rehízo su vida, tiene derecho hacerlo. Pero eso no quiere decir que deba quedarme para verlo. Me largo, Ross, tanto como si gustas como si no. Si quieres quedarte, bien. Pero no esperes que yo haga lo mismo. 

Tomo mi cartera y la única bolsa de compras que he recuperado de todo este ajetreo.

Cojeo hasta la salida de la habitación.

Ross me sigue en silencio y se lo agradezco, no necesito caridad emocional ahora mismo.

Solo apartarme.

Lejos.

Muy muy lejos.

Necesito recuperar el equilibrio de mi vida…, otra vez.

Con un poco de suerte, me hartaré de trabajo y no tendré que volver a pensar en esta increíblemente desgraciada situación. 

Caminamos despacio hasta la sala de espera para ir por Jules, pero cuando entramos en la triste salita blanca con más sillas jodidamente incómodas, nos detenemos en el umbral de las puertas dobles, sorprendidos.

—¿Por qué han llamado a mi madre? — pregunto y sueno como una perra resentida. 

Me da igual.

Ella ni siquiera debería estar aquí.

Le lanzo una mirada de enfado a Ross y tiene la decencia de parecer arrepentido, porque me ofrece una pequeña sonrisita simpática.

¡Puede metérsela por el culo! 

Apresuro mis pasos, a pesar de cojear, y llego hasta donde mi madre me espera con cara afligida y donde mi primo Jules mantiene su mismo rostro imperturbable de toda la vida. 

—¡Oh, cariño! ¡Lo siento mucho! 

Mamá me envuelve entre sus brazos y me quedo tensa entre su abrazo apretado y fuerte, que la hace parecer una boa constrictor.

Es de esos típicos abrazos de madres que pretenden consolar, aunque con un poco de desesperación de por medio. Tengo la teoría de que ellas piensan que, entre más fuerte, mejor podremos recomponer nuestras piezas. Ellas son un tipo de escudo cálido y reconfortante. Y a pesar de sentirme molesta con todos, incluso conmigo misma, no puedo evitar que parte (una diminuta parte) se sienta mínimamente más tranquila. Hundo la nariz en su larga melena oscura y permito relajarme por un corto instante, hasta que me aparta un poco, sin soltarme del todo, y me mira al rostro con los ojos ámbar anegados en lágrimas y preocupación pura y dura. 

—Se pondrá bien, cariño. Collin es un hombre fuerte, saldrá de esto. Ya vas a ver, lo tendrás corretean…

—Por mi puede dormir eternamente si así lo desea — suelto ácidamente. 

Mi madre se aparta y me mira espantada. 

—¡Natia Doherty, ¿qué barbaridad estás diciendo?! — exclama molesta. 

La miro impertérrita, encogiéndome de hombros. 

—Lo que oíste — suspiro y me llevo dos dedos a la frente para despedirme con un sarcástico saludo militar —. Me voy. Que la pasen bien. Tengo mejores cosas que hacer. 

—¡Natia! — grita mi madre furiosa cuando le doy la espalda y escapo —. ¡Natia, vuelve aquí ahora mismo!

—Marie, déjala ir. Es mejor de esa manera. Le vendrá bien descansar un poco — oigo la voz conciliadora de Jules a mis espaldas, controlando a mi molesta madre. 

—Deja que descanse… — tercia bajito Ross.

Extrañamente, hasta yo misma me siento la villana de este cuento. 

Es increíble cómo unos segundos y algunas decisiones precipitadas, pueden cambiar la vida de golpe.

¡Lo sabré yo bien! 

Me enamoré de un hombre que me conquistó decididamente y me sorprendió cada minuto mientras estábamos juntos…, pero cuya confianza en mí se rompió tan pronto como una mísera mentira (bien enfundada y construida, debo darle méritos a la mano maestra detrás de ello), le hizo pasar de mí y lastimarme. Y todo pasó en unos pocos instantes. 

Enamorarme de él fue casi inmediato. 

Casarme con él fue impulsivo. 

Que me pidiera el divorcio a través de una miserable carta, fue realmente humillante y sorpresivo. 

Y ahora está el hecho de encontrarlo de nuevo.

Unos segundos bastaron para amarlo, para prometer amarlo toda la vida y le bastaron unos instantes para dejarme…, para estar a punto de morir. 

¿Fueron mis decisiones o fueron las suyas lo que lo llevó a este estado? ¿Tendré a otra mujer con sed de sangre corriendo detrás de mí por lo que ha pasado?

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo