A Arnold se le ilumina la mirada apenas mencionó la palabra “esposo” y es que es la primera vez en mucho tiempo en que lo mencionó con tanto cariño y no muestro rechazo cuando lo llamo de esa forma.
— Lo siento, no escuché bien, ¿podrías repetir lo que acabas de decir? — pregunta Arnold intentando disimular su sonrisa, pero, yo niego. — Ya lo has escuchado, tramposo. — digo sonriente y él me abraza. — Por favor, he tenido una noche muy difícil, recompénsame de esa manera. — implora Arnold como un niño pequeño. En estos momentos no parece el jefe de la mafia, ni mucho menos un hombre maduro, si no, un niño que quiere recurrir a todos los métodos posibles con el fin de obtener una recompensa y es escuchar que le digo esposo. — Por favor, no seas mala. — pide él aun suplicante. — No voy a irme, Arnold. — Querida, no estamos hablando de eso ahora mismo. Necesitamos aclarar algo muy importante antes de eso. Así que, repíteme lo que me dijiste ante