Mientras jineteaba con rapidez su caballo, la mente de Astor era un caos, no sabía si era un castigo divino por haber mancillado a una semidiosa o el recuento de su mala suerte, “Maldita sea” gritaba incontrolable, “¿Qué carajos haría ahora?”, se preguntó, mientras recordaba la conversación que había tenido momentos antes con su madre.
—¿Cómo? — preguntó confundido, pensando que no había escuchado bien.
—Lo encontraron hace unos días atrás, aunque en realidad nunca estuvo perdido. — Eliette le alargó una carta que tenía el sello imperial de la familia, Astor la abrió con premura.
Su majestad,
Seré muy breve, sé que ha pasado mucho tiempo desde mi última carta y que esta, no sea lo que usted esperaba, pero me encuentro en perfecto estado y no sufrí ningún estrago durante las batallas. Debe saber que me he casado justo como era su deseo, y estoy viajando de regreso al reino junto con mi ahora esposa.
Espero verle muy pronto y también a Eleanor.
Su alteza imperial, príncipe Emmett Vande