Durante el día también le había enviado mensajes de invitación, pero aparecía como "no se puede enviar": había sido bloqueado.
—Marisela, más te vale no aparecer nunca más —masculló Lorenzo entre dientes, hablando consigo mismo.
Al llegar a casa, Isabella ya había preparado la cena y recibió a Lorenzo con entusiasmo para que comiera.
Al verla usando la ropa de Marisela y el delantal que ella solía usar, Lorenzo se acercó inmediatamente y le arrancó la ropa con violencia.
Al principio Isabella pensó que el hombre por fin había reaccionado, y aunque empezaba con brusquedad, no le importaba, pero pronto se dio cuenta de su error.
Cuando se acercó a él, fue empujada al suelo mientras Lorenzo le espetaba con furia:
—¿Quién te ha dado permiso para usar su ropa y sus cosas?
Isabella se asustó y las lágrimas brotaron de sus ojos. Levantó la mirada hacia él y dijo con profunda aflicción:
—Lorenzo... ¿qué te pasa? ¿Por qué me tratas así?
—Antes también he usado la ropa de Mari y nunca dijiste na