Eduardo entendió, con expresión fría, resopló:
—Ja, ja, ¿con quién se está enojando? ¿Y para qué se enoja?
—¿Acaso comió poco durante esos dos años? Y encima le daba trato frío a Marisela y la lastimaba de todas las formas.
—Cuando la tenía no supo valorarla, la perdió por sus propias acciones y ahora se arrepiente, no soporta verla bien con otros.
El mayordomo no se atrevió a decir nada, y Eduardo llegó a su conclusión final:
—Esto es masoquismo puro.
—Que lo detengan, que no vaya a molestarla, recién le prometí a Marisela que controlaría a Lorenzo y lo mantendría lejos de ella —ordenó Eduardo.
El mayordomo asintió y llamó a los guardaespaldas, pero la respuesta que recibió fue:
—¿El señor no salió? ¿Tampoco tomó el auto?
Volteó a ver al señor y dijo por teléfono: —Búsquenlo a ver dónde fue.
Los guardaespaldas de la mansión se comunicaron entre sí por intercomunicador, y pronto supieron su ubicación, respondiendo:
—El señor regresó a su habitación.
Al escuchar esto, el mayordomo se tr