—No —respondió Marisela.
—Confío en que cumplirás tu palabra. Mientras mi seguridad personal esté garantizada, no tengo más condiciones.
Al escuchar esto, Daniel se detuvo por un momento, porque Marisela resultó ser incluso más... razonable de lo que había imaginado.
¿Solo quería ese dinero? Eso no era más que la compensación básica. Podía poner cualquier otra condición, pero no mencionaba nada más.
Tal vez su único requisito era la seguridad personal, que él cuidara bien a Isabella.
Pero eso no contaba como una condición, porque era algo que él debía hacer de todas formas.
—Piénsalo mejor. Puedo añadir cosas al contrato de compensación formal antes de firmarlo —dijo Daniel, y luego colgó el teléfono.
En la habitación del hospital.
Marisela escuchó las palabras del hombre, apretando ligeramente los labios.
Su voz era fría, pero tampoco tenía un sentido de presión maliciosa o advertencia.
Daniel Acosta, en general, era una persona razonable.
—Señorita Undurraga, la intención de nuestro