—¿Entonces tú para qué vienes?
Celeste:
—...Yo soy la excepción, tu existencia, hasta tu respiración puede molestar a Marisela.
Lorenzo entrecerró los ojos, con cierta contención y peligrosidad, articulando:
—Celeste, no creas que porque tienes el respaldo de mi abuelo, no me atrevo a echarte.
Celeste resopló con desdén y se acercó para empujarlo, pero no pudo moverlo, así que trajo una silla y se sentó frente a Marisela para competir con él.
Levantó la mano para tocar la frente de Marisela, pero alguien se lo impidió y le pasó un paquete de toallitas húmedas.
Celeste se enfureció. ¿Desde cuándo Lorenzo tenía obsesión por la limpieza? ¿Y con qué derecho tenía esa obsesión?
¿Qué era Marisela para él? Actuaba como si fuera su tesoro personal...
Celeste lo miró con total disgusto, pero aún así tomó una toallita para limpiarse las manos, mientras sonreía y contraatacaba:
—Creo que tú no necesitas limpiarte, por más que te limpies no quedarás limpio.
Lorenzo le lanzó una mirada asesina, y C