¡Solo habían pasado dos días! De no soportarlo, de no querer verlo para nada, a notificarle activamente que regresara a la casa ancestral.
¿Lorenzo realmente tenía una enfermedad terminal? Leonel pensó en esto de muy buen humor, solo faltaban tres horas para la cena.
En ese momento, en la casa ancestral de los Cárdenas.
Eduardo estaba sentado en el vestíbulo principal, con ambas manos apoyadas en su bastón, el rostro tenso, la mirada fija y las comisuras de los labios hacia abajo.
Estaba muy disgustado, o mejor dicho, muy arrepentido.
Anoche realmente se había enfurecido tanto por culpa de ese maldito Lorenzo que había propuesto ver a ese hijo ilegítimo, y ahora ya casi llegaba.
El fin de semana pasado cuando el otro quiso verlo, no se lo permitió. ¿Qué cosa buena podía ser el hijo que parió esa mujer?
—Don Eduardo, la cena ya está casi lista —en ese momento entró el mayordomo a informar.
No soportarlo era una cosa, mantener las apariencias era otra. Naturalmente la cena se había prepa