Al escuchar la orden severa e incuestionable del señor Cárdenas, Aurelio asintió en confirmación, preparándose para bajar a investigar.
Esta vez realmente fue culpa de Rufino, pero si había sido amenazado por Octavio o si estaba adulando al bastardo, estos dos casos tenían resultados completamente diferentes.
—Señor Cárdenas, el almuerzo de hoy que pedimos sigue siendo del restaurante tres estrellas Michelin, cuando llegue se lo traeré —dijo Aurelio.
—No voy a comer, puedes quedarte con mi porción —Lorenzo abrió la carpeta de archivos y se puso a revisar el trabajo.
—Usted aún está tomando medicamentos, si no come... —decía Aurelio.
—Ya dije que no voy a comer —el tono de Lorenzo se endureció, y Aurelio inmediatamente no se atrevió a decir nada más.
Se inclinó respetuosamente y luego se dio la vuelta para irse, incluso caminando con pasos ligeros.
Si el señor Cárdenas no comía, como su asistente, naturalmente tenía que reportárselo a Eduardo, después de todo no hacía mucho que el señor