—La verdad no tienes por qué ser tan buena con Ulises. Si quieres quedar bien, con cualquier pluma de cincuenta dólares ya está —dijo Celeste de nuevo, dando sugerencias para el regalo.
—Pero ya compré otro regalo —dijo Marisela.
Ahora fue el turno de Celeste de quedarse pasmada:
—¿Ya compraste algo? ¿Qué compraste? ¿Por qué no me dijiste?
—Unos gemelos, no los compré para agradecerle por esto —dijo Marisela.
—Fue porque ayer me regaló un perfume caro, los gemelos son para corresponderle —explicó.
—El regalo de agradecimiento aún no lo he escogido, ¿tendrás tiempo de acompañarme a elegirlo?
Una pluma de cincuenta dólares definitivamente no serviría, después de todo se trataba de Ulises, un regalo muy barato quedaría fatal, hasta podría despreciarlo.
Del otro lado del teléfono.
Celeste parecía resignada, como si no supiera qué decir, y finalmente suspiró largamente:
—Ay, Marisela, tú de verdad... te preocupas demasiado por las apariencias.
—Ulises te regaló el perfume para disculparse,