¡Lorenzo había llegado!
Celeste se alivió mucho en el interior, y luego le dijo a Samuel mirándolo con firmeza:
—Ahora, la colaboración es la mejor opción para ambos. Espero que puedas ser racional.
Samuel la miró con una sonrisa burlona:
—Cuando te buscó la colaboración, quisiste ayudarlo sin siquiera importarte el riesgo de ofenderme. Ahora que estás en peligro, sigues preocupándote por él. Tu devoción a Lorenzo debe ser sincera, pero ¿vale la pena que hagas tanto por él?
—¿Qué planeas hacer? —Celeste tuvo un mal presentimiento.
—Pronto lo sabrás.
Samuel soltó una risa fría y siniestra, apartando la mirada con frialdad. Ordenó a los guardaespaldas a su lado:
—¡Llévenselas!
***
Celeste y Nadia fueron llevadas a la azotea del edificio.
El guardaespaldas arrojó a Nadia al suelo, quien aún estaba inconsciente.
Celeste se acercó a ella, llamándola angustiada:
—¡Nadia! ¡Despierta! ¡Señorita Hernández!
Nadia seguía sin reaccionar.
—¿Qué le hiciste? ¿Por qué no despierta? —preguntó Cele