Al girar la cabeza, Celeste vio esa terrible expresión del hombre, se dio un sobresalto y le preguntó con extrañeza:
—¿Qué te pasa?
—¿No tienes nada que decirme?
Lorenzo la miraba fijamente, con un claro enojo plasmado en su rostro.
Ella miró el frío semblante del hombre frente a ella y, sin saber por qué, a pesar de que la expresión de Lorenzo era terrible, sintió un impulso de reír…
—Jeje...
Finalmente, no pudo contener la risa...
¡Esa mujer aún se atrevía a reír! ¡Parecía que su enojo no le dio importancia en lo absoluto!
El rostro de Lorenzo se ensombreció aún más, su mirada se enfrió y su furia era aún más evidente:
—¡Celeste! ¿Cómo te atreviste a contactar a esa mujer de nuevo?
Su expresión feroz era como la de un esposo que cuestionaba a su mujer infiel.
Ella sabía que Lorenzo se enojaría al enterarse de que había contactado a Nadia, por eso planeaba ocultárselo, pero al final él lo descubrió.
—Puedo explicártelo, solo le pedí un poco de ayuda —le dijo.
Sabía muy bien que esta