Rosalina tenía el rostro pálido y le dijo entre dientes:
—Tú la proteges, ¡pero ella no te tiene en su corazón! Ahora lleva una vida fantástica con Lorenzo, ¡sin importarle nuestras vidas!
—¡Basta ya! —exclamó Manuel furiosa.
Celeste se sorprendió un poco.
Sabiendo su relación con Lorenzo, todo el mundo creía que ella era una mina de oro, y la familia Jiménez ahora estaba desesperada por dinero, pero Manuel no tenía planeado pedirle dinero.
En comparación con lo que había hecho Rosalina, la actitud de Manuel hizo que Celeste se sintiera un poco de calidez en su corazón.
Rosalina seguía llorando y quejándose de lo difícil que había sido su vida, y Manuel se veía cada vez más molesto, a punto de enfurecerse.
Celeste frunció el ceño. Sacó una tarjeta de débito y les entregó:
—Aquí hay doscientos mil de dólares y la contraseña es seis ceros. Este dinero es para el tratamiento de Viviana, tómenla.
Los ojos de Rosalina se iluminaron al instante, corrió hacia ella y agarró la tarjeta, como si