Diana se despertó con un terrible dolor de cabeza mientras era examinada por una extraña hembra mayor.
—Ya estás despierta, ¿Cómo te sientes? ¿Puedes ver bien? ¿Estás mareada?
Ella abrió la boca.
Sus labios estaban resecos al igual que su garganta.
—Me duele mucho la cabeza, pero no estoy mareada —susurró ella a modo de respuesta.
La hembra asintió como si lo imaginara.
— Te dejaré algunas plantas medicinales para el dolor de cabeza. Seguramente pronto estarás bien.
—Yo... ¿Podría decirme dónde estoy?
La hembra enseguida frunció el ceño clavando sus ojos sobre Diana analizándola antes de preguntar.
—¿No sabes dónde estás? ¿Qué recuerdas?
Diana pasó su lengua por su labio inferior buscando humedecerlo.
Estaba nerviosa.
Buscó algún recuerdo, alguna imagen, pero todo parecía haber sido borrado de su cabeza.
—Yo... no recuerdo nada. No s-sé quién soy.
La curandera la miró conmocionada.
—La amnesia no es algo común en lobos y tampoco lo es el hecho de que estuvieras tanto tiempo inconscient