37. Sopa caliente
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Zaira
Me desperté con el cuerpo adolorido y los músculos agarrotados. Una sonrisa traviesa se dibujó en mis labios al recordar las caricias fogosas y el rapidito matutino con Gabriel. Él siempre sabía cómo hacerme olvidar cualquier malestar, al menos por un rato.
Después de un largo baño que me ayudó a relajarme, salí envuelta en la calidez de la toalla, esperando encontrarlo aún en la habitación. Pero no estaba. En su lugar, me esperaba una sorpresa sobre la cama: un vestido precioso de color verde manzana, con vuelo en la falda y un corte que resaltaría mi figura. Me llegaba justo un par de centímetros por encima de la rodilla, elegante pero casual, y venía acompañado de unas sandalias a juego y ropa interior fina. No pude evitar sonreír. Gabriel siempre tenía ese detalle inesperado que me dejaba sin palabras.
Me vestí con cuidado, sintiéndome hermosa y un poco consentida por su gesto.
—Así que esto es salir con un hombre de dinero —dije viéndome en el espejo, admirando mis c