Héctor
Pero, no tengo la oportunidad, solo quiero verificar algo antes de despedirla.
Me acerco a ella, le doy vueltas, siente la excitación a kilómetros.
- ¡Desnúdate!
Mi orden resuena como un látigo.
¡Ella se apresura a cumplirlo!
- ¡Para, ve más despacio!
Ha llegado al sujetador, se lo quita lentamente, mostrándome sus senos medianos, ni muy grandes, ni muy pequeños, nada mal.
Me toco la entrepierna para ver si hay alguna reacción... pero NADA, NADA.
¡No me pongo un poco! ¡Mierda!
Llega a su pequeña braga que se quita delicadamente. La miro durante mucho tiempo, no despierta ningún deseo en mí. Creo que lo he entendido: hasta prueba en contrario, tendré que conformarme con Lisa, ninguna otra mujer puede despertar a este hombre.
- ¡Muéstrame cómo te das placer! Siéntate en el suelo, sí, en el suelo y abre bien tus piernas. Quiero ver tu sexo.
Ella se sienta en el suelo y abre los muslos, luego comienza a masturbarse con una mirada lasciva.
- Tócate los senos.
Ella empieza a acaricia