Anna
Aplasto la lágrima que cae por mi mejilla.
Y me quito la camisa. Estoy en sujetador y pantalones. Él me señala los pantalones:
- Quítate los pantalones.
Le lanzo una mirada suplicante, para que me permita no continuar.
- Date prisa.
Miro a los dos hombres que se relamen los labios mientras me contemplan. Ya imagino sus pensamientos impuros y malsanos.
Abro mis pantalones y los hago bajar hasta mis tobillos.
- Da la vuelta, muéstrame tus nalgas.
Lloriquendo, doy la vuelta para que pueda mirarme como desee.
- ¿Tienes novio?
- No, señor.
- ¿Eres virgen?
No respondo.
- ¿Quieres otra bofetada?
- No, señor.
- Entonces, ¿qué?
- Soy... virgen.
- ¿Puedes hablar más alto? No te he oído bien.
Escucho la risa grosera de esos hombres.
- Soy virgen, señor.
- Muy bien.
Se vuelve hacia sus empleados y dice:
- Llama a Giselle.
- Sí, señor.
Uno de los empleados sale y el otro se queda parado, no se oculta para mirarme.
El otro vuelve con una mujer de mediana edad. Es muy hermosa.