GIANNA
Mientras su boca hacia maravillas en la mía, su zurda bajó a una entrepierna que despejé gustosa, y sus dedos empezaron a jugar sobre la tela. Vik lamió mis mejillas y volvió a mis labios.
—Gia… estás tan caliente que das gusto…
—No me culpes… —musité apenas y volvimos a besarnos.
Luego, haciendo uso de su enorme envergadura, se me encimó y sometió mis manos con fuerza hacia arriba, al tiempo que comía la sensibilísima piel de mis axilas, lo que me hizo sisear y sacudirme con propiedad. Se sentía mejor que en los pies.
Volvió a mi barriga, que parecía gustarle, pero no tardó en poner las manos a los bordes de mi ropa interior y bajarla.
—Levanta un poco el trasero —murmuró quedo.
Eso hice, y en menos de cinco segundos la prenda se fue, quién sabe si la tiró por ahí, pero luego me abrió las piernas y empezó a besar desde el exterior hasta mi centro. Era delicado, lento… ¿cómo demonios podía mantener la calma en estas circunstancias? Pero, Dios mío, cómo me encantaba que fuese ta