El amanecer de un nuevo día ilumina la ciudad con un brillo suave y prometedor. El aire fresco entra por las ventanas de la casa de Laura y Sofía, trayendo consigo la sensación de un comienzo renovado.
Las primeras luces doradas atraviesan las cortinas, marcando el inicio de una jornada que, aunque marcada por la incertidumbre, también trae la esperanza de nuevas oportunidades y la posibilidad de reconstruir lo perdido.
En la cocina, ambas hermanas se despiertan lentamente. Laura, todavía con el semblante serio pero con una chispa de determinación en los ojos, se sienta en la mesa con una taza de café en las manos.
Sofía, por su parte, con una expresión tranquila y una sonrisa de apoyo, prepara el desayuno. La atmósfera entre ellas es de silencio respetuoso, pero en sus miradas se refleja una fuerza compartida, un compromiso de seguir adelante a pesar de todo lo ocurrido.
“Buen día, Sofía,” dice Laura, rompiendo el silencio con una voz suave pero firme. “Gracias por estar aquí ayer.