31. Por culpa de una mujer

Con sus antiguas amantes en turno, Jack siempre se había marchado antes de que llegara el alba, pero, en esa ocasión, junto a Kira, el amanecer nunca se había sentido tan reconfortante… y supo que a partir de ese momento no volvería a ser el mismo.

Ninguno de los dos lo sería.

Jack contempló a la mujer que dormía a su costado, piernas entrelazas y cabello ligeramente alborotado. Sonrió, indudablemente embelesado y besó su hombro antes de salir de la cama.

La noche de sexo que tuvieron fue asombrosa, nada que se hubiese comparado con las anteriores, y es que si era sincero, ella siempre se superaba en hacerlo sentir un hombre superior. Kira era una mujer entregada y apasionada, daba todo de sí o no daba nada… y en la cama era jodidamente caliente, risueña, divertida.

Era tantas cosas a la vez que no estaba completamente seguro de querer dejarla ir.

Se adelantó y pidió al chef que preparara el desayuno para ambos, luego se ejercitó como de costumbre y subió a la habitación para tomar un
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