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Capítulo 3. Parte 3 - Fiel al engaño

Fiel al engaño. Parte 3

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Al llegar al restaurante una mujer alta, peliroja nos conduce hacia una mesa, Mariano se sonríe y niega con la cabeza, arrugo la frente para saber qué es lo que le sucede.

—¿Qué pasa? —pregunto curioso.

—Estoy seguro de que algo haces para que las chicas se sonrojen contigo, ¿no te diste cuenta cómo te miraba la camarera? ¡Vamos dime el secreto!

—¡Exageras hombre! —nos carcajeamos una vez más, mientras pienso que es el mejor amigo que tengo, pues también existe Cristian Osborne, pero el vive en Europa, y dudo que nos veamos por un largo tiempo.

—¿Cómo van los preparativos de la boda? —cambia de tema, y se lo agradezco, porque es algo que me interesa de sobre manera.

—Muy bien —digo—, tú sabes lo sencilla que es Maribel, no quiere nada ostentoso —nuevamente llega la camarera, nos pasa la carta, mientras se queda parada a mi lado; Mariano sube las cejas, y niego con la cabeza sin que la chica se dé cuenta—. Espagueti al Racú por favor—digo, devolviendo la carta a la joven.

—Para mí lo mismo por favor.

La chica se retira en busca de nuestros pedidos, no pasa mucho tiempo cuando llega con los platos para empezar a almorzar.

—Gracias —digo.

—Esto se ve delicioso —comenta Mariano—, por cierto, no puedo creer que te eches la soga al cuello, habiendo tanta hermosura por ahí, ¡ya ves a la camarera! ella está dispuesta.

—Pero estoy con Maribel, además, ya tengo treinta años. Maribel es una mujer hermosa, educada, inteligente y sobre todo de buen gusto —me señalo mostrando una sonrisa arrogante; Mariano ríe conmigo, mientras degusta sus Espaguetis al Racú—. Deberías sentar cabeza, aunque no creo que encuentres a una mujer como Maribel.

—¡Por lo menos tengo sexo! —exclama enarcando una ceja, sabiendo que no fue precisamente un buen ejemplo, no obstante, la confianza es suficiente para decir lo que le venga en gana sin llegar a ofender.

—¡Golpe bajo amigo! Además, sabes muy bien que sexo no me falta.

—Lo sé, lo sé —dice—, pero no es lo mismo desear a tu novia, y desahogarte con una dama de compañía, solo por el hecho de que tu prometida, que por cierto es mayor de edad, quiere llegar virgen al matrimonio —opina —. Sin querer ofender sus creencias, pienso que es demasiado anticuada, no se está adecuando a la época.  De verdad, no entiendo como hace para no calentarse contigo, eres guapo, ¡mírate! Y no soy gay —se hecha a reír—, pero sabes que cualquier mujer caería rendida a tus pies.

—Sabía que yo te gustaba —bromeo—, pero no puedo tener nada contigo. Estoy con una mujer que es diferente, especial y así la seguiré esperando, además falta muy poco.

—Sufriré a escondidas por no tener tu amor.

Mariano hace que me divierta, sin duda es refrescante salir a comer con mi amigo, y más, cuando tu mayor entretención esta fuera del país. 

—¡Estás loco! Por cierto, debes tener el traje listo para el día de la boda, solo faltan tres meses... —por unos segundos me quedo pensando, y luego prosigo con la conversación— ...poco tiempo para preparar una boda, sin embargo, mucho para esperar a una virgen, y no sabes cómo me ha pesado, se me está haciendo eterno, me siento ansioso, busco a mis "amiguitas" con más frecuencia.

Mariano presta atención a todo lo que le digo, y sin duda analiza todas mis palabras.

—Te has puesto a pensar, ¿y si la noche de boda nada resulta ser como lo has imaginado?

—¡Será mejor de lo que he imaginado! —digo con optimismo—. La tendré entre mis brazos y subiremos al cielo —levanto mi copa de vino tinto y brindo porque así sea.

—Eso espero..., eso espero.

La conversación con Mariano solo aumenta el deseo carnal que siento por Maribel, y sabiendo que no la tendré hasta el día de nuestra luna de miel, decido no volver a la oficina. Le indico a mi chófer que me lleve a mi departamento de soltero, donde puedo descargar mis pasiones con diferentes mujeres, esperando el día en que ya no las necesitaré más.

Satisfecho con mi encuentro sexual, despido a la chica de turno, me doy una ducha rápida, y salgo para ir a mi mansión. Por el camino me doy cuenta de que no he hablado con Maribel, es extraño que no me haya llamado, ella sagradamente busca una instancia para conversar conmigo. Decido ser yo quien busque la comunicación, marco su número, una, dos, tres veces y sale buzón de voz, repito un par de veces más, pero sin ningún resultado; la paranoia me gana, pensando en un sinfín de calamidades, hasta que recuerdo que había comentado que saldría a recorrer el lugar, pienso con claridad, creyendo que debe estar divirtiéndose, disfrutando del paisaje del país. 

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