Esta noche, el juego ha terminado.
La lluvia comenzó a caer suavemente cuando Aitana y Elena llegaron al edificio. La noche había caído rápidamente, y las luces de la ciudad se reflejaban en los charcos de la calle, creando una atmósfera fría y sombría que contrastaba con la tensión que se acumulaba en sus corazones. Era como si la ciudad misma respirara con un ritmo agitado, anticipando lo que estaba por ocurrir. Aquella noche, todo estaba a punto de cambiar, y ambas lo sabían.
El edificio frente a ellas parecía imponente, casi amenazante. Sus altas paredes de cristal reflejaban las luces de la calle, mientras las sombras de los árboles que se mecía con el viento se proyectaban sobre el vidrio. Aitana había estado allí innumerables veces, pero nunca de esta manera. Hoy, no solo iba a entrar a una empresa. Hoy entraría a un campo de batalla. El terreno estaba preparado, las piezas estaban en movimiento, y el reloj avanzaba implacable.
-¿Estás lista? -preguntó Elena, su voz un susurro apenas audible mientras ambas se ac