Era de noche cuando desperté. Un olor a perfume, cigarrillo y alcohol había inundado la habitación. Me removí sobre la cama, consiguiendo así, encontrarme con la imagen de Graciela parada junto a la ventana, dándole caladas a un cigarrillo en su mano.
—¿Qué haces aquí? —Pregunté de inmediato, incorporándome.
—Hola, hijita, ¿así saludas a tu madre? —Una sonrisa se abrió desde la comisura de su boca, se burlaba.
—No puedes estar aquí, si Máximo se entera…
—Máximo, Máximo, Máximo…bla, bla, bla… —Bufó y apagó la colilla con la punta de sus zapatos altos.
Avanzó en mi dirección, saliendo de la oscuridad. Lucia completamente diferente. Un ajustado y corto vestido negro que apretaba sus muslos. Llevaba un labial rojo en sus labios y un