Al volver a la habitación, encontré a Charlotte acurrucada en la cama, abrazando una almohada contra su estómago. Sus ojos estaban cerrados y su respiración era lenta.
Estaba dormida. Era una buena oportunidad.No pasaron ni cinco minutos cuando la enfermera entró con su kit para extraer sangre. Le recalque que fuera sigilosa.El monitor cardíaco emitía un pitido constante que marcaba el ritmo de mi propia ansiedad. Observé desde la puerta cómo la enfermera extraía con cuidado una muestra de sangre del brazo de Charlotte, quien dormía profundamente, como si hubiera pasado un año sufriendo de insomnio.«Esto estaba mal. Le estaba mintiendo otra vez»Comencé a caminar dentro de la habitación, sin razón aparente. Solo me movía de un lugar a otro, sin dejar de ver cómo la enfermera se encargaba de Charlotte.Estaba tratando de ganarme su confianza, de que me diera una oportunidad y de demostrarle que estaba siendo honesto, que y