Tal vez no me reconocía por mi color de cabello.
Eso seria aún más doloroso.
—¿Eres sorda? —El hombre que antes me llamaba, golpeó la mesa con su puño, logrando captar mi atención y la de todos los presentes.
Recobré la compostura, manteniendo el mentón en alto, fingiendo que la mirada de mi exesposo no me afectaba.
—Una disculpa, señor —Me dirigí al hombre—. ¿Qué les sirvo esta noche?
Todos hicieron sus pedidos. Los anoté con agilidad, yéndome con rapidez. Llegué a la barra y pude respirar finalmente. Toqué mi pecho, sintiendo como el corazón me latía con prisa.
Dejé el pedido y me puse a atender a otras mesas mientras tanto, fingiendo que no sentía la intensa mirada de Frederick en mi cuerpo. Se me había olvidado como respirar correctamente.
—¡Maldita sea, Charlotte! —gruñí al romper una copa. Otro descuento para mí quincena.
Así no lograría pagarle al casero.
No quería que él me afectara de esta forma. Lo veía y veía su traición, veía la forma como me trató, como me usó.
El estómago me ardía, tenía ganas de vomitar.
—El jefe se molestará contigo por esto, te la pasas rompiendo todo. Eres la peor trabajadora que ha pisado este lugar y eso que hemos tenido a traficantes de droga sirviendo bebidas —gritó el cantinero, para hacerse escuchar por encima de la música—. Mejor ve a llevar estos tragos a la mesa grande y procura no tirarlos.
Tomé la bandeja, sintiendo que vomitaría sobre ella.
Serví las bebidas, evitando ver a mi exesposo, como si no existiera.
De pronto, una mano se cerró sobre mi muñeca, pero no era la de mi ex. Esta era peluda y con las uñas encarnadas. Era el tipo de antes, el imbécil. Le dirigí una mirada cargada de enfado.
—Ya decía yo que te me hacías conocida —Me señaló, sonriendo con maldad—. Frederick, ella es tu ex, ¿verdad? Se parece mucho.
Se me cerró la garganta y no pude ocultar el gesto de pánico en mi rostro. Mis ojos buscaron a Frederick, esperando su respuesta, pero ni siquiera se había molestado en verme. Sus ojos estaban fijos en el punto exacto donde el hombre me tenía agarrada. Su gesto era asesino.
—¡Sí, sí! ¡Tú eres Charlotte Darclen! —Se rio el imbécil—. La hija de ese criminal.
Me solté de su agarre, provocando que el trago que le había servido se volcara sobre sus pantalones. Salí corriendo.
—¡Esta maldita perra! —Lo escuché gritar detrás de mí.
Pero era muy tarde, logré encerrarme en el baño y vomité el poquito yogurt que había comido hace horas. No resistía más el dolor en la boca del estómago.
Me recosté en la pared del baño, manteniendo las manos en el área afectada, como si eso fuera de ayuda. Estuve así un rato, pero el dolor no se iba.
—Necesitaba la medicina —gemí, poniéndome en pie.
Quise retorcerme en ese mismo lugar.
Salí del baño, encontrándome con la música apagada y una conmoción en el lugar. No entendía lo que estaban susurrando las personas y no le di importancia. Fui directo a mi cartera que estaba debajo de la barra y saqué mi pequeño bolso de medicina. Agarré una botella de agua.
—Voy a salir un minuto a tomar aire —Le dije con dificultad al cantinero, pero este no me estaba prestando atención. Sus ojos estaban fijos en un punto exacto del área de clientes.
Seguí su mirada y me fijé en la mesa donde antes estaba el grupo de Frederick. La mesa estaba volteada y los conocidos de mi exesposo se gritaban entre ellos. Lo raro es que el sujeto que me ofendió y mi ex, no estaban por ningún lado.
El ardor en mi estómago aumentó y me vi obligada a retorcerme. No tenía tiempo para pensar en tonterías.
Salí al frío de la calle, recostando la espalda de la pared. Abrí el bolso de las medicinas y me puse a detallar las pastillas. Aparté los protectores gástricos, los probióticos y los antiácidos, hasta encontrar los analgésicos.
La puerta se abrió de golpe, azotando la pared de cemento.
—¡Esos tipos dañaron el buen ambiente! —gritó un joven que estaba tropezándose con sus propios pies.
—Por eso no me gustan los millonarios, creen que pueden hacer lo que quieran —comentó otro que parecía estar en un estado de ebriedad parecido.
Me mantuve en silencio, sin moverme, pero eso no pareció ser suficiente, porque algo los hizo voltear en mi dirección.
Tragué saliva.
—Miren que tenemos aquí, un regalo de navidad —expresó el primer chico, acercándose a mí.
—Ni siquiera estamos en navidad, idiota —espeté.
Hice el ademán de ir hacía la puerta, pero el segundo chico me bloqueó el camino.
El primer chico me tomó del cuello de la camisa y lamenté enseguida lo que dije. A veces mi cerebro no conectaba con mi lengua.
—Que perra más soberbia, pero al menos eres bonita —Sus ojos bajaron hasta mi escote.
Miré a su compañero, esperando que tuviera algo de cordura, pero sus ojos estaban bañados de lujuria y maldad. Este me arrebató mi bolso y observó su contenido.
—¿Son drogas?
—No… yo ya necesito irme —dije, con la voz temblorosa.
Traté de apartarlos, de luchar con ellos, pero todo lo que conseguí fue que me empujaran contra la pared. El chico comenzó a restregarse contra mí y besar mi cuello. El otro se limitó a reírse como si mi sufrimiento fuera divertido.
—¡No, no! ¡Suélteme, por favor! —grité con fuerza. Mi voz era la definición del terror. Forcejee con él, pero no era capaz de ganarle. Tomó mis muñecas como rehén—. ¡No me hagan esto, por favor!
Las lágrimas brotaban de mi rostro sin cesar y el miedo corría por mis venas.
De pronto, el chico cayó al suelo. No, no cayó, fue derribado. Vi el momento exacto en el qué el puño de Frederick impactó contra el rostro del chico, una y otra vez.
Agrandé los ojos a medida que los nudillos de mi exesposo se tornaban rojos. No se detenía a pesar que el chico parecía haber perdido la consciencia.
El otro chico salió corriendo y esto llamó la atención de Derek.
—¡Hoy todos me quieren convertir en un asesino! —gruñó, poniéndose de pie y ajustándose el saco, como si no tuviera junto a sus zapatos a un hombre inconsciente.
Sus ojos se cruzaron con los míos y pude ver la rabia brotar de ellos. Me estaba mirando como si yo fuera su siguiente objetivo. Quise fundirme con la pared.
La garganta se me cerró cuando se plantó frente a mí, como un depredador a punto de devorar a su presa.