Con más dificultades económicas que nunca, Lisa Marshall necesitaba desesperadamente que alguien la ayudara. La inocente Lisa había ocultado siempre sus sueños, hasta que conoció al enigmático magnate ruso Alek Sokolov, que le hizo una oferta que era imposible de rechazar… Alek era multimillonario, y no tenía sueños. Tenía mucho dinero y siempre conseguía lo que quería. Imaginó que le sería sencillo acostarse con Lisa, ¡pero era imposible seducir a la tentadora mujer! Así que Alek se ofreció a pagarle sus deudas… a cambio de que pasase un mes a su lado, deseaba que la hermosa mujer se convirtiera en su amante… No esperaba que terminaría enamorándose perdidamente de ella.
Leer más—Que frio hace —Murmuró Lisa Marshall mientras frotaba sus manos sobre sus hombros cubiertos por su albornoz blanco
El silencio reinaba por cada rincón de la antigua casa estilo victoriano en la que habia vivido durante toda su vida, aun podía recordar la voz de su madre en la cocina desde que la habia perdido cuando apenas era una niña con once años y los gritos eufóricos de su padre a la televisión cada vez que ganaba su equipo deportivo favorito, habia pasado tan solo un año desde la muerte de su padre y aun no veia la luz al final del túnel y de eso hace diez años que habia empezado a sumirse en una realidad solitaria y algo oscura, se habia aislado de muchas personas, habia adoptado sin darse cuenta un estilo de vida algo solitario por decisión propia y no habia empezado a sentirlo hasta realmente estarlo
Arrastro sus pies —cubierto por unas cómicas pantuflas de conejo —por el frio suelo de madera, el frio provocaba que su nariz se congelara y ella solo esperaba no congestionarse, apenas estaban a mitad de invierno y las temperaturas estaban por los suelos, vestida con su pijama rosa favorito y su albornoz blanco bajó las escaleras de madera hasta entrar en la pequeña sala de estar, la luz se colaba por las persianas que habia dejado abiertas la noche anterior y esta iluminaba apenas el estilo del lugar, las paredes eran de un color beige que combinaba perfecto con los muebles color mostaza favoritos de su madre, el techo era de anime y hacia contraste con las terminaciones en yeso del rodapié que eran del mismo color blanco, no se molesto en encender las luces y se dirigió hacia la cocina con la intención de prepararse una caliente taza de té que necesitaría para entrar en calor
Lisa era amante del clima frio pero era toda una odisea lidiar con sus alergias cuando las temperaturas bajaban
Tomó un pequeña olla de aluminio y vertió un poco de agua del grifo antes de colocarla sobre la estufa, encenderla y esperar a que el agua hirviera para añadir uno de los pequeños sobre de té verde que tenia en la alacena junto al resto de cajitas con varios tipos de te que tendía a coleccionar pues se habia convertido en amante de las bebidas calientes y mientras más naturales fueran mucho mejor
Los colores de toda la casa eran claros y cálidos, su madre solía ser decoradora de interiores y le encantaba decir lo mucho que habia escogido los colores de su hogar, decia que deseaba que cada vez que cruzara la puerta la paz la inundara y que lo habia conseguido gracias a su buen gusto, ella habia decorado cada centímetro de su casa a su gusto, tal como ella quiso, y su padre —su esposo— habia estado encantado de complacerla en todo lo que ella le dijera
Los tres habian entregado mucho amor a su hogar en aquellos tiempos antes de que el cáncer se llevara la vida de su madre y la felicidad de su padre muy lejos.
—Pfff —Suspiró ella a medida que se apoyaba sobre el borde de la encimera detrás de ella y su mirada se perdió en el fuego azul de la estufa, permitió a su mente divagar en los dolorosos recuerdos que no la dejaban ni por un segundo
Habia desempeñado el papel de enfermera personal de su padre hasta hace un año con todo el amor que habia en su corazón a pesar de que la tristeza la seguia de cerca desde que todo empezó, el hombre fuerte que la habia criado poco a poco empezaba desvanecerse debido a una enfermada cardiaca, su presión se habia descontrolado demasiadas veces después de que su madre los abandonara, justo en el momento en que Lisa planeaba empezar su estudios en Londres en cuanto habia obtenido la beca que se lo hubiese podido permitir, el cual habia sido su sueño desde niña pero que tuvo que dejar ir por dedicarse a cuidar a su padre, ambos estaban llenos de esperanzas de que muy pronto su salud mejoraría pero a medida que pasaba el tiempo ocurría lo contrario y no tardaron en dejar de buscar nuevas opiniones medicas, tampoco contaban con la mejor economía del mundo, con dieciocho años tuvo que dejar sus sueños para empezar a buscar trabajo, lamentablemente ninguno era suficiente para costear tratamientos más avanzados para su padre, luego de darle las buenas noches como siempre hacia, Lisa habia llorado sola en su habitación y rezado con toda sus fuerzas para que todo fuera un pesadilla, para que su padre jamás la dejara… Y el resultado aun asi fue inevitable
Jamás olvidaría la mirada triste y perdida en los ojos de Cristofer Marshall, ella no sabría decir si era el peso de su destino, la muerte que se cernía imparable cada día sobre él o si lo atormentaba el recuerdo de la mujer que amaba y que ya no estaba consigo, Lisa hizo de todo por darle unos años agradables, tranquilos y libres de estrés a su padre, siempre diciéndole que todo estaba bien aun cuando las bolsas en sus ojos se oscurecían cada vez más, cuando todo su cuerpo se quejaba del agotador día por matarse horas extras en diferentes trabajos, aun asi le ofrecía una sonrisa tranquilizadoras y se sentaba a su lado a platicarle sobre los acontecimientos de su día omitiendo las partes agotadoras para que no se preocupara
Habia cuidado cada detalle… Aun asi nada habia sido suficiente
A pesar de los medicamentos y las constantes visitas al médico, ningún doctor habia sabido explicar el motivo del deterioro continuo de su padre ya que estaba cumpliendo con todos los cuidados al pie de la letra, ella solo queria ver algo que indicara que estaría más tiempo a su lado, un rayito de esperanza en toda esa agónica oscuridad, los médicos no tenían respuestas y muchas veces ella habia tenido el repentino pensamiento de que su padre simplemente queria partir para olvidar todo después de la muerte de su segundo esposa, nunca hablaron del tema pero no podía esperar menos siendo testigo del inmenso amor que sus padres habia sentido por su madre biológica y luego por su madrastras que habia sido como una segunda madre para ella, habia desempeñado el papel de esposa y madre incluso mejor de lo que Cristina habia hecho, él perdió a su compañera de vida, Lisa solo podía imaginar el dolor que suponía respirar un día más sin la mujer que tanto amaba
Para ella su padre habia muerto de tristeza
Casi parecía algo absurdo y es que no dejaba de ser impresionante lo mucho que las emociones pueden afectar la salud física de una persona hasta el punto de acabar lentamente con su existencia, la tristeza que estos sienten bien podía compararla con un cáncer y es que los pacientes con esa enfermedad incurable solo con saber el diagnostico empezaban a sucumbir ante el inminente destino, el proceso es lento, ambos son dolorosos, totalmente difíciles de soportar y al final el resultado era el mismo.
La implacable muerte.
El sonido de la estufa llamó su atención y entonces notó lo mucho que el agua se habia reducido y juró por lo bajo antes de apagar el fuego y añadir la pequeña bolsita de té que muy pronto libero sus componentes tiñendo el agua de color verde y procedió a verterlo en una taza de porcelana blanca
Con la taza entre sus manos sopló el líquido humeante antes de caminar hacia la sala de estar y tomar asiento en el sofá
Lisa suspiró dándole un sorbo al te antes de dejarlo a un lado y cerró los ojos por un segundo intentando disipar los tristes recuerdos que habitaban en su mente, lamentablemente un recuerdo lejano cruzo sus pensamientos en ese momento y sintio al instante como su corazón se contraía en su pecho, a sus treinta y cinco años era una mujer soltera y vivía tanto tiempo encerrada que dudaba que incluso tuviera un pretendiente, en honor a la verdad no habia conocido nunca a nadie que le interesara lo suficiente y por ende a su edad seguía siendo virgen.
Y eso era algo que solo ella sabia
Lisa frunció el seño al escuchar un auto frenar frente a su casa y lentamente se acerco hacia la ventana observando a través de las persianas el camión de repartidor de correo, un hombre vestido con un camisa y chaqueta azul se acerco hacia su puerta y se agacho pasando por debajo de esta un par de sobres, ella no se movió ni hizo ningún ruido mientras el repartidor retrocedía y regresaba a su vehículo
Hizo una mueca al ver los sobres en el suelo a unos metros de ella, solo podía imaginar de lo que se tratarían y no estaba muy contenta de descubrir su contenido, aun asi pese a eso tomo los sobres de papel entre sus manos y en su camino devuelta al sofá los fue leyendo
“Recibo de luz, del agua, cuentas, cuentas y más cuentas” suspiró abatida pasando al último sobre que llamo su atención, era una carta del banco.
Mientras abría el sobre no pudo dejar te tener una mala sensación en su estomago, como un mal presentimiento y al leer el contenido lo confirmo, las lagrimas se agruparon en sus ojos y no hizo el menor esfuerzo por detenerla mientras se derramaban por sus mejillas
No, no
—Tiene que ser un error —La voz de Lisa se quebró mientras dejaba caer el montón de papeles en el suelo, sus manos temblaban y cuando la habitación empezó a dar vueltas tomo asiento rápidamente en el sofá apoyando su rostro en sus rodillas
Si lo que decía el papel era cierto entonces estaba perdida.
—Veo que ahora no sabes que decir —Dijo Lisa cuando el silencio se hizo insoportable, sentía sus mejillas calientes y si se miraba en un espejo sabría que lucia como un tomate andante. —Yo… En efecto —Alek trago saliva, aun conmocionado por su confesión, pero para su absoluta sorpresa su deseo por Lisa Marshall no habia disminuido ni siquiera un poco. Todo lo contrario, por primera en su vida ocurría algo como eso. Aun la desea —Estoy bastante segura de que no necesitas mi dinero —Ella desvió la mirada a un punto fijo en el suelo sintiéndose pequeña ante su mirada y deseosa de poder el cambiar el tema sobre su virginidad —Pero mi consciencia no me dejara en paz hasta saldar mi deuda contigo, me tome el tiempo que sea necesario. A pesar del momento Alek no pudo evitar sentir curiosidad antes sus palabras, en sus años de experiencia sabia cuando una mujer lo desea, y Lisa definitivamente no era la excepción, ahora que sabia su falta de experiencia con el sexo podía entender perfecta
Salieron del restaurante y, en la calle mal iluminada, una oscura sombra se abalanzó sobre ella de repente, haciéndola gritar de miedo. Con la misma brusquedad, Alek se interpuso entre ella y el presunto asaltante y dijo algo que sonó a blasfemia. En el posterior altercado, Lisa tuvo la sensación de que salían hombres de todas partes y, sin saber cómo, terminó en la puerta del restaurante, sin aliento y asustada, con el corazón acelerado mientras veía como Alek ponía al hombre contra la pared de manera amenazadora. Su jefe de seguridad, también había intervenido y parecía estar discutiendo con Alek. Este parecía muy enfadado y zarandeaba al otro hombre, que parecía aterrado, como si fuese un idiota. Lo soltó con desprecio y se volvió a buscar a Lisa.—¿Estás bien? —le preguntó.—Me ha asustado... Eso es todo —balbució ella.—Me ha parecido ver que llevaba una navaja —le contó Alek, conduciéndola hasta la limusina, donde la puerta ya los esperaba abierta—, pero era solo una cámara de f
Alek vio a Lisa salir del ascensor. Estaba preciosa, pero su cambio de aspecto no le gustó. Frunció el ceño mientras se acercaba a él y Alek se dio cuenta de que era el maquillaje lo que ocultaba su belleza natural que, hasta el momento, no se había dado cuenta de que era lo que tanto lo atraía de ella.Lisa se quedó sin respiración al ver a Alek al otro lado del vestíbulo, observándola. Era muy guapo, sexy y masculino. Tragó saliva y notó que se ponía a sudar y que se le erizaba el vello de la nuca.—El auto nos está esperando fuera —anunció él.Y los cuatro hombres que ya habían estado en casa de Lisa los rodearon y les abrieron la puerta de salida, escoltándolos hasta la limusina.—¿Son tus guardaespaldas? —le preguntó Lisa mientras se sentaba en el asiento de piel e intentaba no mostrar su asombro por el lujo de todo lo que la rodeaba.—Da... Sí —le confirmó Alek— ¿Por qué llevas tanto maquillaje?La pregunta la sorprendió.–No me lo he puesto yo –respondió–. Me han maquillado en
Vestida con un suéter tejido gde color amarillo pastel y unos vaqueros azules desgastados Lisa bajo las escaleras de madera, habia terminado de tomar un baño y arreglar algunas cosas en el segundo piso, su vida se habia convertido en un desastre, bueno, más de lo que ya era antes de ir al banco y enterarse del poco de deudas que tenia encima, para muestra de su desastre emocional solo habia que darle un vistazo a su habitación, el caos era gigantesco y habia pasado toda la mañana afanada en limpiarlaEl oficio habia ayudado a disminuir su ansiedad que habia estado por los cielos desde ese día y ahora aun seguía esperando a que un par de hombres fornidos o vestidos de traje super elegante se presentaran ante su puerta con una orden de desalojo en sus manos¿Qué habría podido hacer? Absolutamente nada, resistirse seguro haría que llamaran a la policía, entonces no tendría que preocuparse por no tener un techo sobre su cabeza, pero seguro pasaría una fría noche tras las rejas de la comis
Una impresionante rubia entró al despacho de Alek y les llevó el café y los miró con curiosidad. Lisa, que estaba muy tensa, tomó su taza e hizo un esfuerzo por beber. Su inteligencia y su prudencia le aconsejaban que no mostrase ningún signo de debilidad ante Alek. Él lo utilizaría contra ella: era un hombre despiadado. En las semanas anteriores, había ignorado su poder e influencia, y todavía más su inflexibilidad. Era evidente que lo había herido en su orgullo al rechazarlo. ¿Por qué si no habría ido tras ella? Porque lo había hecho, de eso no le cabía la menor duda, había ido tras ella con todas sus armas, admitió Lisa todavía aturdida, todavía asombrada de que Alek hubiese llegado tan lejos solo para dominarla. Se había enterado de sus problemas económicos y los había utilizado para meterla en cintura. Era dueño de todo lo que le importaba y no había nada que ella pudiese hacer al respecto.Bueno, una opción era marcharse reconociendo que había perdido su casa. Eso sorprendería y
–¿Por qué no te sientas? –la invitó Alek señalando un sofá–. Pediré que nos traigan café.–No es necesario –respondió ella, apartando la vista de su rostro moreno para mirar a su alrededor.–Seré yo quien decida lo que es necesario –la contradijo Alek, levantando el teléfono para pedir el café.A Lisa no le habría hecho falta que le recordase lo autoritario que podía llegar a ser y apretó los labios mientras se sentaba en el sofá, decidida a no permitir que la traicionasen los nervios.–¿Por qué lo has hecho? –le preguntó directamente.Alek se encogió de hombros. No era una respuesta, pero no podía contestar de otra manera. No tenía ninguna explicación altruista ni socialmente aceptable que darle. Lo había hecho por un motivo mucho más básico y egoísta: después de haber visto su vulnerabilidad, había querido ser la única persona que accediese a ella. Era un macho territorial y la deseaba más de lo que había deseado a nadie en mucho tiempo. Y Lisa solo podría tener la libertad de estar
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