—Que frio hace —Murmuró Lisa Marshall mientras frotaba sus manos sobre sus hombros cubiertos por su albornoz blanco
El silencio reinaba por cada rincón de la antigua casa estilo victoriano en la que habia vivido durante toda su vida, aun podía recordar la voz de su madre en la cocina desde que la habia perdido cuando apenas era una niña con once años y los gritos eufóricos de su padre a la televisión cada vez que ganaba su equipo deportivo favorito, habia pasado tan solo un año desde la muerte de su padre y aun no veia la luz al final del túnel y de eso hace diez años que habia empezado a sumirse en una realidad solitaria y algo oscura, se habia aislado de muchas personas, habia adoptado sin darse cuenta un estilo de vida algo solitario por decisión propia y no habia empezado a sentirlo hasta realmente estarlo
Arrastro sus pies —cubierto por unas cómicas pantuflas de conejo —por el frio suelo de madera, el frio provocaba que su nariz se congelara y ella solo esperaba no congestionarse, apenas estaban a mitad de invierno y las temperaturas estaban por los suelos, vestida con su pijama rosa favorito y su albornoz blanco bajó las escaleras de madera hasta entrar en la pequeña sala de estar, la luz se colaba por las persianas que habia dejado abiertas la noche anterior y esta iluminaba apenas el estilo del lugar, las paredes eran de un color beige que combinaba perfecto con los muebles color mostaza favoritos de su madre, el techo era de anime y hacia contraste con las terminaciones en yeso del rodapié que eran del mismo color blanco, no se molesto en encender las luces y se dirigió hacia la cocina con la intención de prepararse una caliente taza de té que necesitaría para entrar en calor
Lisa era amante del clima frio pero era toda una odisea lidiar con sus alergias cuando las temperaturas bajaban
Tomó un pequeña olla de aluminio y vertió un poco de agua del grifo antes de colocarla sobre la estufa, encenderla y esperar a que el agua hirviera para añadir uno de los pequeños sobre de té verde que tenia en la alacena junto al resto de cajitas con varios tipos de te que tendía a coleccionar pues se habia convertido en amante de las bebidas calientes y mientras más naturales fueran mucho mejor
Los colores de toda la casa eran claros y cálidos, su madre solía ser decoradora de interiores y le encantaba decir lo mucho que habia escogido los colores de su hogar, decia que deseaba que cada vez que cruzara la puerta la paz la inundara y que lo habia conseguido gracias a su buen gusto, ella habia decorado cada centímetro de su casa a su gusto, tal como ella quiso, y su padre —su esposo— habia estado encantado de complacerla en todo lo que ella le dijera
Los tres habian entregado mucho amor a su hogar en aquellos tiempos antes de que el cáncer se llevara la vida de su madre y la felicidad de su padre muy lejos.
—Pfff —Suspiró ella a medida que se apoyaba sobre el borde de la encimera detrás de ella y su mirada se perdió en el fuego azul de la estufa, permitió a su mente divagar en los dolorosos recuerdos que no la dejaban ni por un segundo
Habia desempeñado el papel de enfermera personal de su padre hasta hace un año con todo el amor que habia en su corazón a pesar de que la tristeza la seguia de cerca desde que todo empezó, el hombre fuerte que la habia criado poco a poco empezaba desvanecerse debido a una enfermada cardiaca, su presión se habia descontrolado demasiadas veces después de que su madre los abandonara, justo en el momento en que Lisa planeaba empezar su estudios en Londres en cuanto habia obtenido la beca que se lo hubiese podido permitir, el cual habia sido su sueño desde niña pero que tuvo que dejar ir por dedicarse a cuidar a su padre, ambos estaban llenos de esperanzas de que muy pronto su salud mejoraría pero a medida que pasaba el tiempo ocurría lo contrario y no tardaron en dejar de buscar nuevas opiniones medicas, tampoco contaban con la mejor economía del mundo, con dieciocho años tuvo que dejar sus sueños para empezar a buscar trabajo, lamentablemente ninguno era suficiente para costear tratamientos más avanzados para su padre, luego de darle las buenas noches como siempre hacia, Lisa habia llorado sola en su habitación y rezado con toda sus fuerzas para que todo fuera un pesadilla, para que su padre jamás la dejara… Y el resultado aun asi fue inevitable
Jamás olvidaría la mirada triste y perdida en los ojos de Cristofer Marshall, ella no sabría decir si era el peso de su destino, la muerte que se cernía imparable cada día sobre él o si lo atormentaba el recuerdo de la mujer que amaba y que ya no estaba consigo, Lisa hizo de todo por darle unos años agradables, tranquilos y libres de estrés a su padre, siempre diciéndole que todo estaba bien aun cuando las bolsas en sus ojos se oscurecían cada vez más, cuando todo su cuerpo se quejaba del agotador día por matarse horas extras en diferentes trabajos, aun asi le ofrecía una sonrisa tranquilizadoras y se sentaba a su lado a platicarle sobre los acontecimientos de su día omitiendo las partes agotadoras para que no se preocupara
Habia cuidado cada detalle… Aun asi nada habia sido suficiente
A pesar de los medicamentos y las constantes visitas al médico, ningún doctor habia sabido explicar el motivo del deterioro continuo de su padre ya que estaba cumpliendo con todos los cuidados al pie de la letra, ella solo queria ver algo que indicara que estaría más tiempo a su lado, un rayito de esperanza en toda esa agónica oscuridad, los médicos no tenían respuestas y muchas veces ella habia tenido el repentino pensamiento de que su padre simplemente queria partir para olvidar todo después de la muerte de su segundo esposa, nunca hablaron del tema pero no podía esperar menos siendo testigo del inmenso amor que sus padres habia sentido por su madre biológica y luego por su madrastras que habia sido como una segunda madre para ella, habia desempeñado el papel de esposa y madre incluso mejor de lo que Cristina habia hecho, él perdió a su compañera de vida, Lisa solo podía imaginar el dolor que suponía respirar un día más sin la mujer que tanto amaba
Para ella su padre habia muerto de tristeza
Casi parecía algo absurdo y es que no dejaba de ser impresionante lo mucho que las emociones pueden afectar la salud física de una persona hasta el punto de acabar lentamente con su existencia, la tristeza que estos sienten bien podía compararla con un cáncer y es que los pacientes con esa enfermedad incurable solo con saber el diagnostico empezaban a sucumbir ante el inminente destino, el proceso es lento, ambos son dolorosos, totalmente difíciles de soportar y al final el resultado era el mismo.
La implacable muerte.
El sonido de la estufa llamó su atención y entonces notó lo mucho que el agua se habia reducido y juró por lo bajo antes de apagar el fuego y añadir la pequeña bolsita de té que muy pronto libero sus componentes tiñendo el agua de color verde y procedió a verterlo en una taza de porcelana blanca
Con la taza entre sus manos sopló el líquido humeante antes de caminar hacia la sala de estar y tomar asiento en el sofá
Lisa suspiró dándole un sorbo al te antes de dejarlo a un lado y cerró los ojos por un segundo intentando disipar los tristes recuerdos que habitaban en su mente, lamentablemente un recuerdo lejano cruzo sus pensamientos en ese momento y sintio al instante como su corazón se contraía en su pecho, a sus treinta y cinco años era una mujer soltera y vivía tanto tiempo encerrada que dudaba que incluso tuviera un pretendiente, en honor a la verdad no habia conocido nunca a nadie que le interesara lo suficiente y por ende a su edad seguía siendo virgen.
Y eso era algo que solo ella sabia
Lisa frunció el seño al escuchar un auto frenar frente a su casa y lentamente se acerco hacia la ventana observando a través de las persianas el camión de repartidor de correo, un hombre vestido con un camisa y chaqueta azul se acerco hacia su puerta y se agacho pasando por debajo de esta un par de sobres, ella no se movió ni hizo ningún ruido mientras el repartidor retrocedía y regresaba a su vehículo
Hizo una mueca al ver los sobres en el suelo a unos metros de ella, solo podía imaginar de lo que se tratarían y no estaba muy contenta de descubrir su contenido, aun asi pese a eso tomo los sobres de papel entre sus manos y en su camino devuelta al sofá los fue leyendo
“Recibo de luz, del agua, cuentas, cuentas y más cuentas” suspiró abatida pasando al último sobre que llamo su atención, era una carta del banco.
Mientras abría el sobre no pudo dejar te tener una mala sensación en su estomago, como un mal presentimiento y al leer el contenido lo confirmo, las lagrimas se agruparon en sus ojos y no hizo el menor esfuerzo por detenerla mientras se derramaban por sus mejillas
No, no
—Tiene que ser un error —La voz de Lisa se quebró mientras dejaba caer el montón de papeles en el suelo, sus manos temblaban y cuando la habitación empezó a dar vueltas tomo asiento rápidamente en el sofá apoyando su rostro en sus rodillas
Si lo que decía el papel era cierto entonces estaba perdida.