**Eduardo**
—¿No la despediste después de lo que me hizo? —me reclamó Megan, visiblemente molesta.
—No me dirás lo que debo o no hacer con el personal de mi empresa —respondí fríamente.
—¿Con el personal o con ella? ¡Soy tu prometida! —exclamó.
—Lo sé, m*****a sea. Sé que eres mi prometida, y todo el tiempo me lo recuerdas —terminé irritado.
—¡Entonces actúa como tal!.
Enojado, la acorralé contra la pared, tomé su mentón con fuerza y la obligué a mirarme a los ojos.
—Escúchame bien, Megan —empecé—. No te hagas la víctima. Sé por qué lo hiciste, pero te pido que no interfieras en mis asuntos, ya sea en la empresa o en cualquier otro aspecto de mi vida. Si vuelves a hacer algo así, arruinaré tu carrera como modelo, y todo este juego del matrimonio se vendrá abajo. Es una advertencia.
La solté bruscamente y me dirigí a la habitación, dejándola sin argumentos. Sabe que hablo en serio y tengo el poder para arruinar su reputación si comete otro error. Hoy se metió con Sandra, lo más valioso