Al parecer, lo que evidentemente organicé para poder burlarme de Edmond durante algún tiempo ha llegado a su fin mucho antes de comenzar y la verdad es que no siento ninguna culpa porque yo debo defender lo que es mío y mi esposo lo es.
‘¿Vas a negar que estás celosa, Antonella?’ Pregunta mi mente y yo no respondo.— Lamento mucho el inconveniente que acaba de suceder. Le prometo que no volverá a pasar.— Trae a un hombre. Quiero que quien le haga el masaje a mi esposo sea un hombre. — digo y esta vez es Edmond quien libera las feromonas con fuerzas.— ¡Por supuesto que no! — dice Edmond de inmediato.Edmond no habló, sino que gritó con tanta fuerza que nos asustó a ambas. De inmediato, puedo notar que mi malestar ha pasado a Edmond porque sus ojos incluso se ven rojos del enojo.‘Si no lo calmó, ahora va a transformarse.’ Me