Anderson tuvo que admitirlo a pesar del agudo dolor en su corazón:
—Tienes razón. Nosotros, los dos estúpidos ciegos, hemos estado lastimándola. Sin embargo, ¡ninguno de ustedes quedará impune!
Su lobo también aulló de ira. Anderson les lanzó su furia:
—¡Todos nosotros debemos pudrirnos en el infierno!
En ese momento, Rhys regresó todo sucio: había ido a la basura en busca de la caja que habían recibido. Los padres de Leah intentaban justificarse, pero Rhys ya no les creyó y les mostró las pruebas en la caja:
—He recuperado mis memorias. La que me cuidó y me protegió siempre fue Irene.
Frente a las pruebas contundentes, Leah y sus padres se pusieron pálidos al instante.
***
Cinco meses después, en la Isla Nieve.
Estaba en un acantilado peligroso lleno de hielo y encontré una hierba muy valiosa con hojas plateadas. La guardé con cuidado en mi botiquín y regresé a mi cabaña de hielo. De repente, recibí la llamada de mi maestro:
—Pronto terminarás la misión. ¿Cuándo regresarás a la manada