Elisa cerró sus ojos, gimiendo por la relajación que esa voz le trajo.
Andrei dejó su vaso en la mesa a su lado y se puso de pie para ir hasta ese caño caminando a paso firme, estaba enojado por esa exposición sin carácter e indigna de una persona como él.
Además, le molestaba verla sucia.
Sabía que había sido él quien la había abandonado y olvidado, pero aquello ya superaba su paciencia.
Ella podía escuchar esos pasos siendo atenuados por la música, no quería que nadie más la humillara ni la obligara a subirse a ese caño nuevamente. Tal vez venían a matarla por dar tan deprimente espectáculo y eso le provocaba una extraña ansiedad.
Pero el castaño en vez de dañarla, la tomó entre sus brazos para alzarla.
Él no iba a darle explicaciones a nadie por su acción, que pensaran lo que quisieran, la situación había llegado demasiado lejos y había sido mucho show para la noche.
Elisa observó el rostro que no la miraba, se sentía pequeña entre esos brazos y vulnerable a cualquier cosa. De