Sentí un nudo en el estómago que se transformó rápidamente en rabia. ¿Cómo se atrevía a decir esas mentiras? Él, el mismo que me había traicionado de la peor manera, ahora se presentaba como la víctima, torciendo la verdad, reescribiéndola para su propia conveniencia. En ese instante, la chispa de venganza que había intentado apagar dentro de mí volvió a encenderse, más viva que nunca.

Sentía cómo las lágrimas querían escapar en mis ojos, pero quería contenerlas, pues, sabía que las mismas me quemarían.

—¿Vas a seguir mirando esa basura? —La voz de Santiago me sacó de mis pensamientos. Estaba de pie en el umbral de la puerta, mirándome con una mezcla de preocupación y ternura.

—Alexandra, no tienes que hacerte esto.

—¿Te das cuenta de lo que está diciendo, Santi? — le respondí, con la voz temblorosa de rabia contenida.

—¿De verdad me va a pintar como la mujer desleal, cuando fue él quien me dejó rota?

Santiago suspiró y se acercó, apagando el televisor sin que yo tuviera tiempo de reac