Desde la ventana pude notar la luz de su auto, llegar a casa, por fin. Mi rostro deprimido volvía a dibujar una sonrisa, ya que lo había esperado más de dos horas.
Acomode mi vestido mientras me ponía de pie para ir a recibirle en la entrada.
—Bienvenido a casa, amor— le dije con emoción al verle cruzar el umbral de la puerta.
León se notaba disgustado, podía notarlo por cómo traía su impecable esmoquin. Él me observó de arriba a abajo, frunciendo el ceño mientras caminaba en mi dirección.
—No sé quién te dio permiso de arreglarte así. ¿Qué es eso que llevas en el cabello? Sabes que odio ver un mechón de tu cabello suelto.
Al escucharle no pude evitar mirarme en el reflejo del vidrio, si darme cuenta el cabello que había acomodado en un moño se había soltado y mi pelo caía en mi espalda.
León continuó hacia las escaleras, dirigiéndose a nuestra habitación. Me apresuré a seguirle, intentando volver a poner mi cabello en su lugar en el proceso.
—Cariño, he hecho la cena, ¿quieres que vaya sirviendo? —Le pegunte con ternura.
—Joder Alexandra, estoy tan estresado que no tengo deseos de comer. Solo déjame en paz un rato, mujer.
Su tono frío y prepotente se sintió como un golpe en mi pecho; no pude evitar sentirme mal, con mucha angustia.
—Perdóname amor, no quería molestarte— le dije con tristeza.
Él me observó por un momento y soltó un suspiro al notar que intentaba secarme las lágrimas. Luego camino hacia mí tirando el portafolio a la cama.
—Sabes, hoy tuve un día muy estresante, no es fácil mantener el control, cuando no tienen mi respeto— me dice haciendo que su cuello suene un poco.
—Ve, calienta la comida. Yo me daré un baño y bajaré enseguida.
León no me dio tiempo a decir una palabra, solo cerró la puerta de la habitación a mi espalda, dejándome de pie en el pasillo. Aunque la llegada a casa no fue la que esperaba, aún intenté mantenerme positiva, después de todo, me dijo que calentara la cena, así que los planes aún podían salir como deseaba.
Veinte minutos habían pasado en un abrir y cerrar de ojos, ya tenía la mesa servida, las velas encendidas y había cargado su copa con su vino favorito.
Me encontraba sentada en mi lado de la mesa con emoción, cuando por fin él bajo las escaleras uniéndose a mí.
—Esto se ve y huele delicioso, Alexandra— me dijo tomando la copa de vino y dándole un sorbo.
Luego se sentó a mi lado ignorando el resto de la mesa.
—Cariño, tengo algo importante que hablar contigo— le dije con emoción.
—De hecho, yo también tengo algo crucial que tratar contigo.
León se notaba algo angustiado, y eso, logró preocuparme a mí también, así que, a pesar de mis ganas de decirle sobre nuestro bebé, preferí escuchar primero lo que sentía él.
—Alexandra, estoy cansado, harto de necesitar tu firma para todo. Me dices que me amas, que todo lo que tienes es mío también, pero no me das poder legal para trabajar en paz. En la empresa soy tu títere, no tu esposo —Esclareció, masajeando su frente en una forma tan fuerte que comenzaba a quedar más roja de lo habitual.
—Cariño, ¿qué puedo hacer para que te sientas mejor? —No me gustaba verle así.
—Nada. Siempre dices que me amas, pero cada vez creo que es una mentira. Mejor me iré.
León terminó la copa y se levantó, yéndose de la mesa. Mi angustia creció al verle tan decidido y más cuando noté su pequeña maleta a lado de la puerta.
—¿Que significa eso? — pregunte estúpidamente.
—Se terminó Alexandra.
—No… —digo, sintiendo como el aire empieza a abandonar mis pulmones.
León iba a dejarme, mi esposo se iba a ir y yo no sabía qué hacer en este momento para que se quedara.
—Amor, tengo que decirte algo importante… —Le dije, pero me interrumpió sacando unos papeles de su portafolio.
—Quieres que me quede, firma estos papeles para poder trabajar más tranquilo.
León tomó mi mano dejando una pluma en ella y apoyo los papeles en el recibidor, dejando solo la parte donde debería firmar.
—Espera déjame leerlos y luego hablamos…
—¡Firma ahora!, demuéstrame que en serio me amas y confías en mí.
—¿Cómo puedes decir eso, León? Si sabes que te amo con locura, creo que te lo demuestro cada día.
—Entonces firma —aclaro tomando la maleta en su mano.
Empiezo a sentir como el aire empieza a abandonar mis pulmones… Esto no es bueno para el bebe, me digo, si con esto puedo hacer que León vuelva a confiar en mí y ver a nuestro hijo crecer juntos, no necesito más.
Firmo.
—Perfecto —Veo como una extraña sonrisa se forma en su rostro.
—Tengo algo que decirte, amor…
—Ahora no, Alexandra, tengo que ir a hablar con mi padre de algo— argumenta manteniendo la maleta en su mano.
—¿A esta hora? ¿No puedes ir mañana?
—Alexandra, ¡basta! —grito logrando que salte del susto.
— Ya te he dicho que no te metas en mis asuntos, y mucho menos los de mi padre, sabes lo mucho que quiero que él este orgulloso de mí.
—Y lo está, de eso estoy segura —mis palabras salen titubeantes de mis labios.
—Por favor, ¿qué vas a saber tú? Además de mantener esta casa en pie. Me voy, solo estoy perdiendo mi tiempo hablando contigo.
—Espera, amor, deja esa maleta —le suplico, sintiendo que si sale no volverá.
—Diablos, Alexandra, lo único que te importa es que esté aquí, jugando a la casita contigo.
Él tiró la maleta a mis pies y esta se abre. Puedo ver algunas de sus prendas guardadas ahí, junto a productos del baño y zapatos.
Como es costumbre en León, me deja hablando sola, poso mi mano en mi vientre, sintiendo como mis ojos se empezaban a llenar de lágrimas. Viendo cómo acelera su auto y se va. Cuando él sepa de mi embarazo todo cambiará, todo volverá a ser como antes.
León no volvió a casa esa noche, tampoco contestó mis llamadas ni revisó mis mensajes, me dolían los ojos de tanto llorar. ¿Qué tenía que hacer para que León volviera a amarme?
¿Por qué sentía que él se estaba alejando de mí? ¡Qué mal había hecho para que mi esposo estuviera tan molesto!
Esa mañana salí temprano, pidiéndole a Carolina que no me esperara para el almuerzo. Estaba ojerosa, cansada de la larga noche en llanto y en vela que pasé, así que decidí salir y hacer algo al respecto. Despejarme y pensar en cómo mejorar las cosas con León y decirle al fin sobre nuestro bebe.
La caja con los zapatitos estaba algo destruida, no pude evitar llevarla a mi habitación y llorar con ellos sobre mi pecho, hasta que el cansancio me venció dejándome dormida.
Regrese a casa después de salir a comprar cosas para el bebe. Sin duda, las tiendas eran muchas y cada una de ellas tenía cosas hermosas, y también quería hacerle un regalo a mi marido, para que volviéramos a ser lo que somos, una familia amorosa.
Entre una cosa y otra mi tiempo se fue volando. Había salido temprano, no di motivos de mi regreso y ni siquiera había desayunado. Tenía el estómago cerrado y los malestares no ayudaban.
Ya quisiera ver su cara cuando le diga que vamos a ser padres, cuando le dé las llaves del auto último modelo que tanto deseaba y vea la sillita de bebé que colocaran en el cuándo elija el color.
Cuando cierro la puerta detrás de mí, siento algo extraño. Carolina no me recibe, ni nadie. Los guardias no se encuentran custodiando como es la costumbre, y las luces de la entrada están apagadas cuando ya deberían estar encendidas junto con las del jardín.
Pero sí se escuchan risitas y algunos gemidos. Puedo ver el portafolio de León sobre la mesita.
Mi corazón martillaba con fuerza, como si quisiera romper mis costillas y salir huyendo.
¿Estaría León viendo p**n* y por eso es que no tiene muchas ganas de estar conmigo?
Tan cruel había sido de no ceder o querer entender esos extraños pedidos suyos. Un escalofrío me recorre al recordar la noche que me pidió que le mordiera. Mientras noto que una botella de vino reposa sobre uno de los escalones, totalmente vacía.
Quito aquellos recuerdos de mi mente mientras subo las escaleras sin hacer el mínimo ruido, como si fuera un ladrón en mi propio hogar.