El sonido del monitor que controlaba mis signos vitales me despertó, su sonido era tan intenso que parecía que mi cabeza estallaría en cualquier momento. Quise apretarla con las manos, pero me fue imposible. Uno de mis ojos estaba cubierto y el malestar que me producía abrir el segundo; era tortuoso.

Quería preguntar qué había pasado, porque no podía ver, que era ese sonido, hasta que la ráfaga de recuerdos volvió a mí en forma de un silencio inquietante. Mi cuerpo estaba pesado, entumecido, y el aire olía a desinfectante. Tardé unos segundos en comprender que esta no era mi casa, mucho menos mi cama…

Entonces, ¿dónde me encontraba exactamente? Era un hospital, quizás… pero… ¿Por qué estaba en un hospital?

Logré tocar mi rostro, acariciar mi ojo, abriéndolo por muy poco tiempo. Tuve que cerrarlo de nuevo porque la luz me lastimaba, y entonces, justo en ese momento, sucedió como una ráfaga de cuchillas, todo me golpeó de nuevo dejándome sin aire: León, en nuestra cama con otra mujer; s