Una suave brisa que revolvía el cabello de Elea traía consigo un aire bastante penetrante, pero Elea permaneció inmóvil en su asiento. Sola, Elea contemplaba la fuente ornamental que adornaba el jardín de la casa de Abelard.
"Señorita, entre, el viento está muy frío," dijo la tía Tulip, acercándose a Elea.
"Sí, tía, entre usted primero, todavía quiero quedarme aquí," respondió Elea. La tía Tulip aún quería obligar a Elea a entrar en la casa, pero la tía Marley la convenció de dejar a la señorita.
Mientras miraba el estanque, Elea volvió a reflexionar sobre la vida de Karlene y la suya. Varias preguntas perturbaban la mente de Elea sobre el misterio del pasado de su familia y la de Abelard. Todos los dolores que había sufrido, tanto de la familia Bern como de la familia Abelard, volvieron a inquietar el corazón de Elea.
Esa acumulación de dolor se asentaba lentamente y congelaba el corazón de Elea. Lentamente cerró los ojos para aliviar el dolor, pero aún así, Elea no podía deshacerse