Se miraron a los ojos por largos momentos. Podía notar que sé estaba enojando más, pero él no iba a desistir. Si había hecho algo mal, merecía saberlo.
“¡Por Dios, se supone que somos adultos!”
Ella resopló y movió su cabeza de lado a lado.
—¿Por qué me invitaste? —Sofía giró sus caderas y quedó de frente a él con sus manos descansando encima de sus muslos.
Vicente se quedó aturdido un instante.
—¿Qué pregunta es esa? No entiendo.
Ella se encogió de hombros y apretó sus labios diciéndole.
—No necesitabas una asistente, ni a la Vicepresidente esta noche —dijo— Y cuando estábamos juntos te la pasaste hablando con posibles donadores y otros empresarios de acciones y de no sé qué otras tonterías. Me ignoraste durante toda la noche y no me vengas con el cuento de que eres CEO de la empresa y todo el mundo quiere hablar contigo. Porque esa excusa ya me la dio Elba y es tan poco convincente. Por un momento pensé que, en ese tipo de gala, las parejas se comportan así. Pero me fijé en l