79. Una desconfianza en boca del lobo
Desesperanza consigue Altagracia al tocar el suelo de Villalmar. El fiscal Omar la acompañó a la estación policial donde él le planteó cómo cambia la búsqueda del niño ahora que existe una posible sospechosa. No todo puede estar perdido, ¿Verdad?
Lo sabe. La cercanía de su bebé. Sabe que está cerca de conseguirlo y eso mueve montañas, muros. Algo le hace creer, algo que no sabe que es, pero que como un ancla en el mar se queda clavado justo en su corazón. Tendrá a su niño en brazos cueste lo que cueste.
Gertrudis, por quien pregunta para contarle todo lo que sucedió, no está en Villamar. Ni siquiera está en Mérida.
—¿A dónde fue? —Altagracia está consternada por saberlo. La ausencia de Gertrudis es extraña, su única testigo.
Amablemente le responde una de las mujeres qué ya conoce, encargada de todo lo que tenga qué ver con la comida y el cuidado de los jardines que tanto adoraba su madre Mariana. Se llama Rocío.
—Nos dijo que regresaría a ciudad de México, señorita. Le pidió permiso