57. Todo una mentira

Altagracia se siente más tranquila a la hora de escucharlo.

Pero el fiscal de una vez la detiene, justo cuando desea abrir la boca para qué abran la celda.

—Ya le dije qué no es permitido. Cuando el abogado que le puso el gobierno a este criminal llegue, podrá hablar con él.

—Entiendo complemente. Pero no puedo esperar a la llegada de ese abogado y perder el tiempo. Necesito hablar con Santiago. Será solo un momento —Altagracia señala la celda con la barbilla—, por favor.

El fiscal sigue insistiendo.

—No hay razón para continuar con esto. Puede hablar con el prisionero de éste lado de la celda.

—Usted no comprende —Altagracia exclama—. Sé que Santiago será sincero si hablamos cara a cara.

—¿Sincero? ¿Qué quiere decir? ¿Qué lo que dijo no es cierto? —el fiscal está claramente disgustado—. Los hechos son los hechos y éste criminal ya está enjuiciado.

—Puede entrar conmigo si se trata de sospecha. Quiero hablar con él, pero lo haré cara a cara como debe de ser. Ya le dije
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