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Ana.
El miserable de Calel está logrando lo que quiere con Levy, incluso usándome como si yo fuera su moneda de cambio, como él mismo me llamó, un trofeo, y yo no me quiero ni imaginar hasta dónde llegará su ambición, tal y como me había dicho Peyton.
―Por lo que sé, Casius podrá estar enfermo por mucho tiempo más―le responde Levy con sorna―él ha estado enfermo por más de un año y nadie podría asegurar cuando la Diosa lo llamará―le recuerda y Calel mueve su cabeza de lado a lado.
―No he dejado nada a la suerte, créeme―le asegura con una sonrisa que me da ganas de vomitar―ni siquiera que tú estés aquí justo ahora y, por supuesto, no dejaría a la fortuna que mi tío muera―señala, declarando su delito.
Pero justo cuando Levy está a punto de hablar, la puerta se abre y Peyton aparece.
Con uno solo de mis hijos.
Y ahora estoy más angustiada que antes.
Calel está ahora rabioso, porque tal parece que no se veía venir que su primo pudiera rescatar a uno de mis hijos.
― ¡Ana! ―me dice Peyto